América

Buenos Aires

Bestiario de conquistadores por Martín Prieto

Título: «El imperio español de Carlos V». Autor: Hugh Thomas. Edita: Planeta. Precio: 25,90 euros

 
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Un 12 de octubre me acerqué a la recepción de la Embajada de España en Buenos Aires y encontré la vereda llena de cristales. Pregunté al embajador: «¿Han apedreado las vidrieras?». «No –contestó–; han venido los indígenas y nos han devuelto los espejitos». El Día de la Raza era de los amerindios. Siempre hemos padecido ese complejo que no afecta a otras potencias coloniales más depredadoras que la conquista española, y hasta hemos hecho introspección autodestructiva de la leyenda negra.

El hispanista Henry Kamen subraya que los titanes del Descubrimiento carecen de pedestal. No tenemos interés particular por Hernán Cortés o Francisco Pizarro. Los españoles, escribe Kamen, aprecian pero no estudian la España imperial. Cortés no es un héroe nacional; no sale en la literatura. En España, los héroes son parciales, regionales o de partido. Lo único bueno que alumbró la Guerra Civil fue un sólido pelotón de hispanistas, la mayoría británicos, que empezaron desentrañando el fratricidio y continuaron estudiando un extraño país entre Europa y África que había desdoblado el Mapamundi antes de postrarse. La globalización viene de lejos, de cuando Colón largó el ancla en la Hispaniola y los españoles abrieron la navegación entre México y Filipinas. Lo que hoy llamamos globalización es arancel, política financiera y libre tránsito.

Lord Thomas de Swynnerton, Hugh Thomas, al que le falta un título nobiliario español, publica «El imperio español de Carlos V», título equívoco aunque no equivocado. Es obra medianera de una trilogía que comenzó con la llegada a América bajo los Reyes Católicos y terminará con los años de Felipe II. Cada libro es una entidad que se puede leer independientemente, y el conjunto se prevé imponente. Esta obra es el análisis de las andanzas épicas y patéticas en el Nuevo Mundo de Cortés, los Alvarado en Guatemala, Pedrarias en Panamá y el Perú, Guzmán en Nueva España, los hermanos Pizarro, Narváez y Cabeza de Vaca, Ordás en el Orinoco y Heredia en Cartagena de Indias, Montejo en Yucatán, Valdivia y Chile, Hernán de Soto en Florida, Pedro de Mendoza en Buenos Aires y Asunción, Bartolomé de las Casas y Sepúlveda, todos ellos hijos pródigos de Carlos V.

El brillante Hernán Cortés, hábil militar y diplomático, el único universitario de los Adelantados, murió villano en España sin lograr audiencia con el Emperador, perseguido por la sospecha de haber envenenado a su esposa por su amor a Malinche, la distinguida india que le sirvió de consejera y traductora y que ha bautizado como «malinchismo» el precedente psiquiátrico del «Síndrome de Estocolmo». Los capitanes españoles se asesinaban entre sí, y se violaba el secreto de confesión para urdir denuncias y traiciones.

Thomas no lo califica tan contundentemente, pero Francisco Pizarro, a más de aguerrido y audaz, fue un psicópata que sumaba el asesinato con la rapiña. Asesinado Almagro, los almagrístas entraron en armas en la casa de Pizarro (el actual Palacio Presidencial de Lima) encajonándole en un pasillo. Murió santiguándose con su propia sangre. Cabeza de Vaca quedó solo en el delta del Misisipi, desnudo y descalzo, hizo de intermediario con los indios y por meses fue esclavizado por ellos; recorrió a pie lo que hoy es Texas y México hasta Veracruz, donde pudo embarcar. Un antecedente de Robinson Crusoe. Juan Díaz de Solís, entró en el Río de la Plata, y en la isla de Martín García los querandíes le hicieron lonchas, en vivo, poniéndolas al fuego e inaugurando los asaditos porteños. Caboto exploró el estuario y envió algo de plata al Emperador, quedando bautizado el gran río y Argentina, aunque allí no hay pepita del blanco metal que llegaba del Perú y Bolivia.

Los Adelantados obtenían encomiendas de tierras incluidos sus pobladores y ya en 1512 las leyes de Burgos trataron de impedir la esclavitud de los indígenas. El debate sobre la humanidad de los indios entre Bartolomé de las Casas y Juan Ginés de Sepúlveda favoreció las tesis humanitarias del primero, que llegó hasta a justificar los sacrificios humanos recordando a Abraham. Principales españoles fueron ejecutados por no tratar a los indios como súbditos con derechos. Leo que quieren hacer un parador en el Monasterio de Yuste. La alcoba humildísima, la cama destartalada con dosel raído, los relojes que entretenían las horas del emperador, el retrato de su amor Isabel de Portugal… Como es una atrocidad, se hará.