Bruselas

Sólo son negocios

La Razón
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Vista la suerte que han corrido Berlusconi y Papandréu, despachados como cocheros por el directorio franco-alemán para colocar en sus poltronas a dos probos funcionarios de la UE, está claro que el PSOE se ha equivocado de candidato: en vez de Rubalcaba tendría que haber sido Joaquín Almunia. Aparte de que el primero no mejorará los resultados electorales del segundo, el único comisario español de la CE tiene buen cartel en Bruselas, el Banco Central Europeo es amable con él y parece que a la Merkel no le inspira la desconfianza de lo mediterráneo. En suma, era el candidato perfecto a gobernador de Hispania y, de no haberse adelantado las elecciones, habría tenido tantas posibilidades de relevar a Zapatero como Monti a Berlusconi y Papademos a Papandréu. Rubalcaba no tiene ninguna, claro, sobre todo después de su ocurrencia de proponer a Bruselas, como quien implora piedad, una mora de dos años en los planes de ajuste. Desconoce que los mercados financieros practican una forma muy sutil de venganza con los morosos, por eso a Berlusconi le concedieron el deseo de acabar su vida de gobernante en brazos de una mujer. Eso sí, le reservaron la sorpresa cruel de que la mujer fuera Angela Merkel. Con Papandréu fueron igual de sibilinos y le regalaron el trágico final digno de la tradición griega: por propia mano y después de haber traicionado a los suyos. Cuando la demagogia sustituye a la política aparece el populismo, que es el camino más corto que eligen los pueblos para despeñarse. En España, el Gobierno socialista ha camuflado la demagogia de buenismo sentimental, de ahí que Rubalcaba lo reivindique en la campaña incluso con lágrimas en los ojos. Pero en tiempos de tribulación lo que cuenta no son las buenas intenciones, sino la prima de riesgo. La nueva gobernanza de Europa no tiene sentimientos ni se ablanda con gimoteos. Es tan fría e implacable que cambia gobiernos sin disparar un solo tiro, sin romper urnas ni invadir fronteras. Basta con calentar la prima de riesgo a fuego lento para que se achicharre por sí solo un primer ministro socialista o se bizcoche uno de derechas por muy capitalista que sea. No es cuestión de ideología ni de afectos: sólo son negocios, cuya regla de oro es tan simple como antigua: nunca debas más de lo que valgas.