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Perfil de un abroncador por Martín PRIETO

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Antes de la dictadura militar, al secretario del Partido Comunista Argentino le tocó una millonada de pesos en el Prode ( Pronósticos Deportivos; la quiniela ) y, al pedirle sus camaradas una donación, huyó a Brasil con el dinero. En Argentina, el comunismo es una extravagancia intelectual y ya Perón, con el que no quisieron colaborar, les acusaba desdeñosamente de volar muy bajo. Ernesto Sabato fue un comunista estudiantil hasta que, por méritos, lo mandaron dos años a Moscú, de donde regresó abominando del sovietismo. Aprovechó mejor su formación físico-matemática investigando en la Fundación Curie de París y en el Instituto de Tecnología de Massachussets, donde fue un avanzado en mecánica cuántica. En una de sus variadas crisis espirituales dejó la ciencia y adoptó la literatura.

Vivía alejado de todos en Santos Lugares, en la provincia de Buenos Aires, donde el viento da la vuelta, pero cuya ubicación conocían los taxistas. Jardín de malezas, selvático y con yedras que penetraban en la casa. Un salón abarrotado de enseres y objetos, impropio para un ciego que tenía prohibido leer y escribir. Y una iluminación penumbrosa, como de candil. Corrió el rumor insólito de que pasaba apuros económicos y fui a ofrecerle una colaboración periodística muy bien pagada en dólares y me abroncó como si le estuviera humillando. Luego adujo que su esposa, Matilde Kusminsky, necesitaba asistencias onerosas, pero rechazó mi oferta. Monseñor Laguna, Arzobispo de Buenos Aires, les casó en su casa, conciliándose el abroncador con el catolicismo, y nunca supe qué extrañas dolencias aquejaban a Matilde, que murió a provecta edad. Él también era un hipocondríaco permanentemente al borde de la muerte, y por eso ha fallecido a los casi cien años. La enfermedad como recurso terapéutico.

En otras visitas le pregunté por la relación entre la Física y su obra literaria, frunció la boca bajo un bigote poblado y las gafas prismáticas en un rictus que interpreté acertadamente como de profundo hastío y me puteó por haberlo explicado ya hacía años. Nunca abandonaba Santos Lugares sin mi penitencia y le tomé gusto masoquista a aquellos encuentros. Pintaba como nuestro gitano Viola, a grandes brochazos curvos, predominando el color rojo. Me quedo con el macizo de su obra: «El túnel», « Sobre héroes y tumbas» e « Informe sobre ciegos», y como novela dentro de otra, «Abbadon, el exterminador ».


Carne de cañón populista
Fue antiperonista, pero salvaba injustamente a Eva Duarte y sus descamisados, que fueron y son carne de cañón populista. Creo que estaba menos ciego de lo que decía y que sus tinieblas eran envidia de Borges. Del brazo con él, hizo la tontería de irse a comer a la Casa Rosada con el presidente Videla, en el auge de la represión. El presidente democrático Raúl Alfonsín le hizo presidir la Conadep ( Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas), que ya fue el «Informe Sabato» aunque el trabajo lo cargó la popular periodista radial Magdalena Ruíz-Guiñazú. Regalé el documento al Juez Garzón cuando aún no sabía que era un genocidio.

Junto a Borges, es la cima de la literatura argentina del siglo XX. Son irrepetibles, y las nuevas generaciones están en agraz.


Martín PRIETO