El Cairo
La revuelta egipcia deja desprotegidos a los cristianos
La Iglesia copta denuncia su desamparo en el nuevo statu quo tras la muerte de 25 feligreses
EL CAIRO- Desde hoy, los cristianos coptos ayunarán durante tres días para honrar a las víctimas del último episodio de violencia con trasfondo sectario en Egipto: 25 muertos y más de 300 heridos es la cifra oficial, detrás de la cual todavía se esconden muchos interrogantes.
Diecisiete cuerpos lívidos y ensangrentados yacían ayer por la mañana en la morgue del hospital copto de El Cairo, donde fueron llevadas la mayor parte de las víctimas de los enfrentamientos que se produjeron a última hora del domingo en el centro de la capital egipcia.
Algunos de los supervivientes y los familiares de los fallecidos relataban ayer a LA RAZÓN cómo habían sido atacados de forma brutal el día anterior, cuando marchaban pacíficamente desde el barrio cristiano de Shubra hasta el edificio de la televisión pública, conocido como Maspero, que los coptos han convertido en su lugar de protesta.
Hany, un joven que resultó herido leve el domingo, explicaba ayer a este periódico que la Policía militar disparó al aire para dispersar a los manifestantes y cuando éstos empezaron a huir, varios vehículos blindados se lanzaron a gran velocidad contra ellos y los atropellaron. Los cadáveres aplastados y desfigurados ratificaban esta versión de los hechos, así como el testimonio de un médico del hospital y del líder del movimiento Jóvenes de Maspiro, Romany Habib. Todos indicaban también la posibilidad de que las Fuerzas de Seguridad abrieran fuego directamente sobre los manifestantes, tal y como decían los parientes de un joven muerto supuestamente por un disparo en el estómago. Su mujer, embarazada, lloraba desconsolada y no dejaba de repetir que el mes que viene hubiera sido su cumpleaños. «No sabemos si lo mataron los salafíes [pertenecientes a una rama radical del islam] o los militares», dudaba la familia.
Muchos testimonios apuntan a la participación en los choques de los denominados «baltaguiya» (matones o agitadores), así como de elementos extremistas musulmanes, tal y como aseguró un misionero de Ayuda a la Iglesia Necesitada que trabaja en Egipto. Según el religioso, que guarda el anonimato para preservar su integridad y la del trabajo que realiza en el país, no fue un enfrentamiento entre los manifestantes y el Ejército, sino «un ataque deliberado de extremistas musulmanes, muy jóvenes, a los que se unieron colectivos desfavorecidos que tras la revolución se hallan sin trabajo, sin recursos y sin posibilidad de prosperar».
Las confusiones sobre quién atacó a quién y su confesión religiosa no han hecho sino alimentar la tensión sectaria en las calles de El Cairo, que ayer era muy palpable y podría volver a estallar en cualquier momento. Por ello, las autoridades egipcias buscaban calmar los ánimos después de que el día anterior hubieran intentado responsabilizar a los cristianos de la violencia. El Consejo Militar Supremo quiso ayer terminar con las acusaciones de inhibición y anunció la reforma penal para endurecer las condenas por delitos de carácter étnico o religioso.
La nueva medida amenaza con periodos de arresto o una multa de entre 30.000 y 50.000 libras egipcias (entre 3.700 y 6.100 euros) para quienes la incumplan, según el diario «Al Masry Al Youm». Los castigos serán mayores en el caso de que los agresores sean funcionarios, con penas de tres meses de arresto y multas de entre 50.000 y 100.000 libras (entre 6.100 y 12.200 euros).
El Gobierno provisional también presentó un proyecto de ley para legalizar los templos sin licencia. Ésta era una de las reivindicaciones de los coptos.
Desconfianza
Además, el Ejército, que gobierna Egipto desde la caída de Mubarak, prometió abrir una investigación sobre lo sucedido y perseguir a los culpables, pero los coptos no se fían después de que hayan fallado repetidamente a la hora de protegerlos y de hacer justicia. La Junta Militar expresó en un comunicado su intención de seguir en el poder «pese a los intentos por destruir el Estado». Desde que asumieron el mando del país el pasado mes de febrero, se han registrado varios episodios de violencia contra los cristianos –los del domingo, los más graves–, que culminaron una semana de tensión y reivindicaciones relativas al ataque contra una iglesia en el sur de Egipto.
«Esto es un auténtico genocidio contra los coptos», decía Ayman, un hombre de mediana edad. «Nos atacan, nos matan a plena luz del día y no hay justicia, reina la impunidad», denunciaba. Las acusaciones eran repetidas por otros vecinos de Shubra que se preguntaban quién los protegerá si hasta los militares los atacan.
Los fieles, que siempre han denunciado ser discriminados y marginados, volvieron ayer a salir a la calle. Los cortejos fúnebres se convirtieron en manifestaciones de dolor, orgullo y odio contra los militares y su jefe, el presidente de facto de Egipto, el mariscal Husein Tantaui. En la catedral de Abasiya, a poca distancia del hospital copto, el mismo Papa Shenuda III ofició una misa en honor a los fallecidos, dando así un claro respaldo a las reivindicaciones coptas y defendiendo su inocencia.
La Iglesia ortodoxa egipcia, que siempre se ha mantenido muy cauta y en buenas relaciones con las autoridades, pedía ayer una investigación de los hechos, aunque no culpaba directamente al Ejército, que mantuvo reuniones con los principales representantes cristianos y musulmanes en un intento de alejar los temores a un conflicto religioso.
Un año lleno de ataques
Los cristianos coptos representan alrededor del 10% de la población egipcia, de mayoría musulmana. La tensión emerge de forma periódica, pero ha empeorado desde 2011.
- El 1 de enero, un terrorista suicida atentó contra una iglesia de Alejandría en la que los cristianos coptos celebraban el año nuevo. Murieron 23 personas.
- Miles de cristianos protestaron en marzo por la quema de una iglesia en la que hubo 13 muertos y 140 heridos.
- El 7 de mayo, 12 personas fallecieron y 52 resultaron heridas frente a la iglesia de Santa María, en un suburbio de El Cairo.
Testigo directo
«¿Qué opción nos queda? ¿Marcharnos del país?»
«Este es también nuestro país, no nos pueden hacer esto», decía un anciano en lágrimas a LA RAZÓN, el cual no quiso dar su nombre por miedo a represalias. «¿Qué opción nos queda? ¿Marcharnos del país?», se preguntaba angustiado. Los coptos se consideran los verdaderos egipcios, los que originariamente poblaron el país del Nilo. Por ello, entre la tristeza y la rabia, ayer reivindicaban que no se irán, tendencia que va en aumento entre los cristianos de Egipto, 100.000 de los cuales habrían salido del país por miedo al auge de los islamistas, reprimidos durante la dictadura de Mubarak, y que temen que establezcan un Estado religioso. «Tienen que venir desde fuera a ayudarnos, Occidente debe protegernos», suplicaba el anciano, mientras la comunidad internacional condenaba firmemente la violencia.
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