Cataluña
OPINIÓN: Pla en una espada
El de 1979 probablemente fuera el último año de gloria de Salvador Dalí. El Centro Pompidou de Partís le dedicó una espectacular exposición antológica, nunca igualada, y entraba en la Académie des Beaux-Arts. Para ese último acto, uno de sus últimos saludos en el escenario, el pintor acudió con espada en mano, un regalo de un grupo de amigos.
Un grupo de admiradores decidieron sufragar esa empresa y sus nombres, por esas cosas del tiempo y el olvido, eran desconocidos por muchos. En la hoja de la espada aparecen aún grabados los nombres de aquellos mecenas.
Choca y conmueve ver a Giorgio de Chirico o Eugène Ionesco, tan lejos y cerca a la vez de las ideas dalianianas, encabezando esa lista, a la que se unen algunos héroes de la vida del pintor como el coleccionista Edward James o los vizcondes de Noailles, productores de la película «La edad de oro».
Al final de la espada, casi como llegado en el último momento, aparece el nombre de Josep Pla. El escritor, que acababa de escribir un libro dedicado a Dalí, «Obres de Museu», acabó con su mito de autor avaro e hizo donación económica para hacer constar su homenaje al amigo. Creo que casi nadie debe saber que Pla también forma parte de la parte metálica de una espada.
La pieza se expone desde esta semana y por primera vez en la ciudad en la que se desarrollaron estos acontecimientos. Forma parte de la muestra que el Espace Dalí dedica a la amistad del pintor con su hombre de confianza Enrique Sabater y, sin ninguna duda, es protagonista.
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