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La buena Navidad

La Razón
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Aunque cínicamente mantenga que el 1 de diciembre, lo que de verdad me apetece es que sea de 10 de enero, la verdad es que la Navidad me sigue siendo muy necesaria, porque te sumerge en la nostalgia y van apareciendo situaciones, amigos, familia, incluso tus padres, que se han quedado en una «revirá» de la vida. Compartes con ellos de nuevo momentos intensos de tu ya largo caminar. El otro día pasaba por el mercado del Arenal y vi de nuevo sus soportales llenos de pavos, pollos y muchos otros animales vivos, que se vendían a pleno pulmón con unas voces de auténticos barítonos. El saludo de un amigo me volvió a la realidad, pero la lágrima brotó. Se pone uno tan tierno, que me pasó igual viendo por enésima vez la película «Billy Elliot», pero esta vez la llantina era de sofá, copa de brandy y polvorón de Estepa, o sea un disfrute. En estos días todo el mundo habla de la generosidad, de la solidaridad, qué duda hay que muchos efectivamente multiplican sus esfuerzos para con los demás. Tampoco olvidemos a los que podríamos llamar profesionales de actividades caritativas, me refiero a los que buscan el beneficio propio, aprovechando el tirón de las fiestas, promociones personales, colocación de productos y otras estratagemas con las que hacer el agosto en pleno diciembre. Es una de las caras del egoísmo, pero tampoco hay que condenar con dureza estas actividades. El egoísmo es una de las fuerzas más potentes que hacen crear riqueza y por lo tanto, bienestar para muchos, ya saben, los renglones torcidos de Dios. Pero no lo duden, si la emoción les ataca por una llamada inesperada, por un abrazo que no pensaban, por un ataque agudo de nostalgia, es que están afortunadamente instalados en la buena Navidad.