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Garci: «El cine es una vida de repuesto»

Mientras termina su filme sobre Sherlock Holmes, el cineasta publica «Mirar de cine», textos recogidos sobre la vida y el celuloide, casi lo mismo

Garci: «El cine es una vida de repuesto»
Garci: «El cine es una vida de repuesto»larazon

Los cines, cuando los describe José Luis Garci, tienen miríadas de chavales impacientes y huelen a palolú, a borra y a colonia La Carmela. Las mejores películas eran aquellas en las que cargaba el séptimo de caballería; el mejor bourbon se tomaba en Ma Belle y el mejor dry martini en The Algonquin, Nueva York, cuando aún quedaba allí algo del glamour de Dorothy Parker y su círculo vicioso, y nadie cogía el teléfono con la virilidad de Kirk Douglas. Para darse cuenta de todo esto hay que tener un «mirar de cine», que es como decir que llevas la sesión continua en las venas y tus recuerdos, pese al tópico del blanco y negro, son en vívido technicolor. Garci, que no sólo rueda, sino que ya hace años escribe –mucho y bien–, sigue con su serie de ensayos– «Beber de cine», «Latir de cine», «Morir de cine»...– y lo hace con una recopilación de artículos que se llama así, precisamente, «Mirar de cine» (Notorious Ediciones). Un libro que habla de amigos como Carmelo Bernaola –otro, Luis Alberto de Cuenca, le ha escrito el prólogo–, de lugares, personas y recuerdos de infancia. Unas páginas amenas que viajan a otros tiempos (felices), siempre con una escena en la retina, ya sea de obras maestras como «Río Bravo», «El hombre que mató a Liberty Valance», «Encadenados» o «Tú y yo», o de títulos que, aunque hoy son menos conocidos, el niño crecido Garci rememora con gusto, como «Revuelta en Haití» y «Al sur de Pago Pago». «Mirar de cine» trata de muchas cosas que son todas, siempre, séptimo arte. «Es una mirada hacia atrás, una nostalgia jubilosa. No es una recuperación de angustias, porque el cine es una vida de repuesto que tuvimos la suerte de recibir cuando éramos unos chavales. El libro habla de lo que suponía ir al cine, de la gente que has conocido y de la que te ha apoyado, por ejemplo un buen crítico, además de un filósofo, como era Julián Marías», cuenta el escritor. «Como dicen algunos amigos míos, no necesitaré ya escribir unas memorias o una autobiografía, porque a lo largo de lo que llevo escrito voy tocando parte de mi vida, siempre unida al cine. Empieza a ser indivisible».

De un extra carismático, «El Habichuela», dice Garci algo que podría aplicársele a él: «Mucha gente que he conocido estaba hecha de cine. Si Don Quijote viviera hoy, lo que le hubiera quitado el Ama y quienes le rodeaban no hubieran sido los libros de caballería, sino los DVDs: le habrían obsesionado las rubias del cine negro y la comedia loca, el "screwball", y hubiera perdido la razón como nosotros la hemos perdido por las películas».

Fueron una generación fiel al cine americano, cuenta, y en éste aprendieron que el bueno nunca dispara por la espalda. «Nos enseñó ética, como nos enseñó geografía. Si no, ¿cómo íbamos a saber que Denver está en Colorado y Phoenix en Arizona? El libro es una visión, como si yo formara parte de una generación para la que el cine fue algo más importante que un arte. Era una manera de compartir la vida, un acto religioso. Cuando besabas a una chica por vez primera, como me pasó a mí, te quedabas asombrado porque no oías música. Había que diferenciar muy bien la realidad de la otra realidad, que era el cine». Por eso recuerda la primera vez que vio «Lawrence de Arabia»: «Nada más salir aldescanso me fui disparado al bar a tomarme una Coca-Cola, que nunca lo hacía porque era muy cara. Fue tremendo: ¡habías estado en el desierto con Lawrence!».

Entender la narrativa
Pero todo eso acabó. Garci usa las formas verbales en pasado. «Ése era el cine. Ahora estamos en algo que se llama lo audiovisual. No tiene nada que ver con John Ford, con Billy Wilder, con Howard Hawks ni con Hitchcok. Me parece bien, pero es otra cosa. No es el cine de los estudios, de la Paramount, la Metro Goldwyn Mayer, la Warner Brothers... Era otra manera de entender la narrativa cinematográfica».

Y aunque renuncia a expresiones como «en mis tiempos», ya que los suyos son estos, dice, porque vive aquí y ahora –y no para de trabajar, cuesta arrancarle media hora de la sala de montaje para que nos conceda esta entrevista–, sí matiza que «hubo un tipo de cine, al que podemos llamar clásico, una época de Hollywood que creó una manera de hacer y de mirar al cine distinta a la de ahora. La última gran película que sigue esas maneras fue "El Padrino". La I y la II, incluso la III».

Desprecio intelectual
Pero el mundo cambió. Llegó 1968, llegó la intensidad. «En aquellos años oscuros, los intelectuales atormentados miraban con un rictus de superioridad a quienes llevábamos "Marca"bajo el brazo. Pero nos daba igual». Garci habla en uno de sus artículos de fútbol, pero sin duda se refiere a toda una actitud. «La cultura popular ha cambiado mucho. A mí me gustaban las noveluchas que se vendían en los kioskos, en las librerías del ferrocarril, eran maravillosas. Me gustaba Zane Grey. Y es verdad que si te gustaba el fútbol, parecía que no ibas a poder ser un intelectual». Hasta que en los 70 y 80 «los intelectuales vieron el mito y el rito que había en los toros. Y, poco a poco, también en el fútbol. Se dieron cuenta de que el fútbol es épica».

A ráfagas, la entrevista deviene en charla trufada de referencias: «Hitchcock no era sólo el mago del suspense, y por eso ya nos gustaba. Es que su cine es además lo más cercano que se ha hecho nunca a la arquitectura». Y ahí están Fritz Lang, Lubitsch, Billy Wilder, Preminger... «Todos vienen de la guerra, es una escuela que se va a Hollywood. El cine negro lo traen los alemanes porque es expresionismo». Para el director, «el western es el género por excelencia del cine de Hollywood: espacios abiertos, grandes valores como la lealtad, el amor, la amistad... Lo que más me hubiera gustado es hacer un western, pero me da un poco de pudor porque no sé montar a caballo. Raoul Walsh rodó su última película, "Una trompeta lejana", con setenta y tantos años y montando. Si tienes una escena en que están a caballo siete actores, te tienes que meter entre ellos».
 
Al margen de Hollywood, gente como Neville, Buñuel y Berlanga también sabían lo que era una cámara. Pero aquí, como allí, todo estaba llamado a cambiar: «Ha habido una especie de matrimonio entre el cine de antes y la televisión, donde todo es mucho más rápido. Los actores ya no trabajan como lo hacían en el cine para una cámara, sino para cuatro o cinco, su actuación no es la misma, la luz tampoco. Eso está aportando cosas buenas, pero quitando otras». Entre ellas, el glamour: «Ahora podría residir en entrar en el vestuario del Real Madrid, porque es algo que está al alcance de muy poca gente. Pero eso se ha ido perdiendo: el vestuario está abierto a todo el mundo, hay ocho cámaras, y hasta en la Champions ves salir a los jugadores. Empieza a perder misterio».

Con los años, las sesiones de la noche comenzaron a desaparecer y los cines de barrio quedaron desolados. De catorce que hubo en la Gran Vía, quedan tres. El presente es ya otro, y Garci no se cierra a internet y a las posibilidades de la descargas. «El cine no va a desparecer. Pero lo vas a ver en tu casa: hemos pasado de ser cinéfilos a videófilos». Algo con ventajas –«fíjate, tener "Ciudadano Kane"a las tres de la mañana a tu disposición»–. Pero un punto triste: «Ir al cine era un acontecimiento social: salías, te relacionabas más, la pantalla era muy grande, te metías dentro, era un acto de comunión colectiva, te reías con los demás cuando Joe E. Brown decía al final de "Con faldas y a lo loco": "Nobody's perfect"». Dicho en plata: «Ahora es un acto personal: hemos pasado de hacer el amor a la masturbación».


«Sin ayudas, esto se va a pique»
Garci es reacio a hablar de subvenciones, industria o números... «Eso no me ha interesado en toda mi vida, entra dentro de lo que podríamos llamar política cinematográfica. El mundo de las ayudas, las subvenciones, la nueva ley que se prepara de Mecenazgo... De todo eso no entiendo nada. Yo puedo hablar de John Ford», zanja. Es difícil arrancarle algo, pero accede a una breve reflexión: «Sería bueno que se pudiera meter dinero en una película sin pagar impuestos, pero Hacienda no va a querer. Además, sería como pagar dos veces», dice sobre el mecenazgo. Y, añade sobre las ayudas: «Si se quitan, esto se va a pique».


Un Sherlock Holmes que pasea por el Retiro
José Luis Garci está en capilla, montando a ritmo frenético la que será su próxima película «Holmes & Watson. Madrid Days», un personal acercamiento al detective de Conan Doyle, con Gary Piquer como Sherlock Holmes y José Luis García Pérez como Watson. Juntos persiguen en Madrid a un criminal que podría ser Jack el Destripador. «Pero no hay peleas de Kung Fu. La última versión estaba más cerca de James Bond que de Holmes. Yo no sé hacer ese cine, no soy Guy Ritchie. El mío no tiene nada que ver: es un choque cultural que tienen dos ingleses cuando vienen del imperio británico a España en 1890. Madrid es una ciudad muy diferente a Londres. Holmes se enfrenta al cocido, las porras y los toros. Y conocen a gente como Benito Pérez Galdós e Isaac Albéniz». Garci rodó con el entonces alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, sobrino-nieto de Albéniz, que hace un cameo como el compositor. Fue el propio alcalde quien, al leer el guión, se ofreció como actor. Y el ahora fiscal general del Estado Eduardo Torres Dulce, un viejo amigo de Garci, firma junto a él el guión, pero es que «hace unos doce o catorce años que se gestó la idea de esta película», matiza el director. Sobre el papel, podría parecer un retrato coral a lo «Tiovivo c. 1950»; además, Garci tiene experiencia en detectives, con la magnífica «El crack» y su continuación. Pero niega cualquier filiación entre éstas y su Holmes y cita otra referencia: «Una película de Wilder que me encanta y que cambió su cine es "La vida privada de Sherlock Holmes". Yo he hecho otra historia. Está más cerca de un Holmes cansado, distraído, pensando casi en retirarse. Por eso le encanta pasear por el Retiro. De un Watson que, aun casado en segundas nupcias, sigue igual de enamoradizo. Y puedes pensar que los dos tienen un gran secreto en el fondo que van resguardando con las timideces. Pero lo van resguardando». Será una película larga, «en contra de todas las gentes que te quieren». Dos horas y media, como «El abuelo» y «Tiovivo c.1950». «Si alguien me asegura que con 95 minutos es un éxito, lo dejo en 95», bromea.


El detalle
DI STÉFANO, PELÉ Y MESSI, EN EL «CINCO» IDEAL

A Garci se le ilumina la cara con el boxeo y el fútbol, cuando cita a Rocky Marciano y Cassius Clay –«lo mejor del cielo será poder ver una pelea entre ellos, o un partido entre el Brasil de 1958 y el Madrid del 57 al 63»–, Bobby Charlton, Garrincha... «Los mejores que vi son Di Stefano, Pelé y Messi. Últimamente creo que Messi es más completo de lo que era Pelé».Al Brasileño lo ve como «un jugador fantástico y un goleador tremendo. De cabeza iba como Kocsis o Santillana. Era un gran lateral derecho, rapidísimo, y muy técnico. Pero casi tan bueno como él fue Eusebio». Messi, asegura, «es especial, es mucho mejor que Maradona. Por un gol de Maradona, Messi hace cinco. Y es tan creativo y técnico como él y mucho más rápido». De Di Stefano asegura que «no sólo era el director de la orquesta, es que era la orquesta. Era el equipo entero». Su delantera ideal:Garrincha, Di Stefano, Eusebio, Pelé y Gento. Y puntualiza: «Ahora quizá quitaría a Eusebio y pondría a Messi».


FICHA
«Mirar de cine»
José Luis Garci
Notorious
175 páginas, 15,95 euros.