Educación
X / Los jóvenes: Sin futuro pero con esperanza por Javier URRA
El absentismo y el fracaso escolar, el paro, el acceso a la vivienda y el temprano contacto con el alcohol y las drogas, principales amenazas para las nuevas generaciones
La próxima legislatura habrá de enfrentar no sólo los temas urgentes, sino los esenciales. Y, entre ellos, la importancia de la educación en emociones y sentimientos durante los primeros años de la vida. Habrán de acordar Gobierno y oposición la importancia de la escolaridad y los contenidos formativos en valores éticos y morales para afrontar una sociedad líquida, compleja, que exige flexibilidad, adaptabilidad cooperación e implicación ciudadana.
Deberá enfrentar el absentismo y el fracaso escolar, que se encuentra en unas cifras insoportables. Superamos el 30 por ciento de abandono, lo que supone 15 puntos más que la media europea. Realizando una labor coordinada entre la escuela, el hogar y los medios de comunicación, habrá que incentivar el gusto por el estudio y el aprendizaje, así como dar salidas prelaborales a quienes fracasan en los aspectos más teóricos. No se tendrá que obviar que la integración no debe dañar a los niños y jóvenes que quieren aprender y aprovechar el tiempo escolar.
Respecto a las universidades, debería plantearse el número real de las que son necesarias, el costo de algunas carreras que casi no tienen alumnos y el rigor con el que se dota a los estudiantes de títulos para los que no están preparados. En 2010, más de un millón de jóvenes se matricularon en carreras universitarias, y más de un tercio abandonaron sus estudios en los primeros dos años.
Asimismo, habrá que tender puentes entre el mundo académico y la empresa para desarrollar la I+D+i y buscar un mejor ajuste entre la demanda social y la formación académica en un mundo de especialización que no debe olvidar la formación humanista.
Por otro lado, resulta no sólo desalentador, sino injusto e inaceptable, el porcentaje de paro que golpea a nuestros jóvenes, y que casi alcanza a la mitad de la juventud española, con un 46 por ciento en el segundo trimestre del año. Ésto les impele a emigrar a otros países o a ser denominados como «ni-ni», es decir, que ni estudian ni trabajan. En España, este colectivo alcanza el 14 por ciento de los jóvenes, aunque más del 70 por ciento de ellos está buscando empleo. Pero la situación tampoco es muy halagüeña para quienes completan sus estudios y encuentran trabajo: el sueldo medio que perciben no alcanza los 800 euros.
Precisamos incentivar a los emprendedores, a los autónomos, a los que crean pequeñas empresas, a los que generan riquezas, a los creativos, a los que arriesgan.
Unido a lo anterior, habrá que facilitar el acceso a una vivienda. Más del 37 por ciento de los menores de 30 años quieren emanciparse y buscar adquirir una vivienda propia, aunque bien puede ser de alquiler, pero que permite la independencia a una edad lógica para afrontar el gravísimo problema que tenemos con la bajísima natalidad y envejecimiento de la población.
A los jóvenes hay que darles la palabra y exigirles responsabilidades. Habrá que plantearse la posibilidad de darles derecho al voto a partir de los 16 años. Tal vez se rompa con el desinterés que manifiestan hacia la política: el 56,6 por ciento considera que «no afecta para nada» a su vida.
Inmaduros
Punto ineludible se refiere al enfrentamiento con la permisividad en la ingesta de alcohol y otras drogas, cuya edad media de inicio se adelanta más cada año. A los 13 años, los adolescentes tienen su primer contacto con el tabaco y a los 15 con el éxtasis, uno de los estupefacientes más consumidos. En este punto no caben sólo mensajes, sino una actitud clara y contundente contra los botellones, los horarios desnortados y los intereses bastardos de quienes trafican.
Vemos jóvenes inmaduros, precisamos una mejor oferta para el ocio, unos horarios laborales de los progenitores que permitan un mayor vínculo con sus hijos y, desde luego, que se cercenen mensajes mediáticos de éxito de personajes impresentables y amorales.
Ésta es una sociedad cambiante e inestable que transmite un miedo inaprensible y habrán de retomarse pilares de seguridad para aquellos jóvenes que tengan un proyecto, que muestren vocación, que se impliquen, que erradiquen el victimismo y deseen mejorar una sociedad que les ha hecho blandos y poco preparados para enfrentar un terreno tan inhóspito como el que les transmitimos.
Javier Urra
Doctor en Psicología
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