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Un médico frente a las amputaciones de la guerra

Ahmat, de 26 años, no acabó la carrera de Medicina cuando se vio operando terribles heridas sufridas por jóvenes «rebeldes» en los campos de batalla de Libia 

Ahmad ha dejado a su familia y amigos en Gharian, ha rechazado unas prácticas en Canadá con las que soñaba y ha dejado de ser joven
Ahmad ha dejado a su familia y amigos en Gharian, ha rechazado unas prácticas en Canadá con las que soñaba y ha dejado de ser jovenlarazon

Por sus manos han pasado los heridos de Bengasi, Ras Lanuf, Misrata, Trípoli y Ban Walid conforme los rebeldes iban ganando posiciones a los gadafistas. En sólo ocho meses ha operado a cientos de libios gravemente heridos durante las batallas, ha aprendido a sustraer balas de la cabeza y el abdomen y ha realizado alrededor de cien amputaciones «de todo tipo». Antes del 17 de febrero, Ahmad Faraj Nassr estaba en quinto de medicina y hacía prácticas en el hospital de su ciudad natal, Gharian. Ahora, Ahmad se encuentra en Túnez, como parte del Comité del Congreso Nacional de Transición libio (CNT) dedicado a los heridos de guerra.

«El puño del Gobierno de Muamar Gadafi llegaba hasta los centros médicos de Gharian. No nos dejaban atender a los heridos de las revueltas, algo que me indignó profundamente. Fue entonces cuando pensé en ayudar a la sociedad libia y mi mejor manera de hacerlo es curando», confiesa Ahmad. Otros jóvenes libios decidieron directamente abandonar sus puestos de trabajo para unirse a las fuerzas rebeldes, como Osama, de 25 años: «Dejé la sucursal del Banco de Libia en Misrata y me fui al frente. Lo que los gadafistas han hecho en mi ciudad fue muy salvaje», cuenta Osama mientras se toca el colgante del cuello, una foto de su mejor amigo fallecido. Ahmad ha intervenido a Osama en tres partes del cuerpo: una bala le atravesó el hombro izquierdo; otra le fracturó el cúbito y el radio; y una explosión le ha dejado sin apenas movilidad en la pierna derecha. «Ahora no me preocupa mi futuro sino Libia.

Quiero que sea libre y que se posicione en el lugar que realmente se merece en el mundo».
Tras la muerte del líder libio, Ahmad, Osama y los casi 1.200 rebeldes heridos que residen en el Hotel El Hana Internacional celebraron una fiesta por la victoria. Las muletas, las sillas de ruedas y los vendajes no impidieron que los jóvenes bailaran hasta bien entrada la madrugada. Todos sueñan ahora con volver a casa, sin Gadafi. «A la mayoría le quedan unas dos semanas de tratamiento y rehabilitación antes de volver», cuenta Ahmad, y añade que los de la última batalla no vendrán a Túnez. «Los 7.000 heridos de Sirte se repartirán por los países de Europa que han aceptado acogerlos, como Francia, Italia y Grecia». De hecho, el Comité para los heridos del CNT «busca Gobiernos que nos ayuden con los rebeldes que necesitan prótesis».

Desde que comenzó el conflicto, más de 700.000 libios huyeron a Túnez en busca de refugio. Después llegaron los heridos y finalmente los familiares pudientes de los lesionados rebeldes. En uno de los mejores barrios de la capital, en Nasir, viven ahora cientos de libios, se les reconoce porque sus matrículas son blancas y por otros detalles más obvios. Lidia tiene 14 años y desde que murió Gadafi no se quita la bandera, el pin, la muñequera y su cartera con la nueva bandera libia. Ha venido con otras cinco mujeres de su familia desde Zouara para visitar a un pariente. «Vine a Túnez por primera vez en verano porque comenzaron a bombardear Zouara y teníamos mucho miedo. Ahora estaré aquí tres semanas, hasta que todo se calme».

En Túnez, Ahmad divide su tiempo entre las tres clínicas «rebeldes» improvisadas –Monoplazier, Alamal y San Agustín–, por lo que muchos días, sobre todo hace dos meses, no dormía por la gran cantidad de trabajo que había. «Y cuando tus horas se traducen en supervivencia, no te importa no descansar». Ahmad acaba de cumplir los 26 y aunque no ha cogido un fusil, ha vivido las consecuencias de la guerra muy de cerca. «Recuerdo un día en el que llevaron a un hombre con todas las extremidades separadas del cuerpo. Nunca había visto algo así. La lucha por Misrata fue de las más mortíferas».

El dolor pasa

Fadel Al Ware es un ejemplo más de la crueldad del campo de batalla en Misrata. «Me enrolé en las filas rebeldes cuando los gadafistas empezaron a atacar a las familias», cuenta este farmacéutico de 25 años. Fadel no echa de menos su Farmacia sino a sus amigos y parientes. Ha sido un paciente complicado pues una bala le dio en el cuello y fue alcanzado en la pierna derecha por un mortero. Estoy tan feliz por la muerte de Gadafi, que en cuanto termine mi tratamiento en dos semanas estaré en Misrata otra vez».

Ahmad ha dejado a su familia y amigos en Gharian, ha rechazado unas prácticas en Canadá que soñaba con hacer en enero, ha abandonado su carrera universitaria y ha dejado de hacer las actividades propias de un joven de 26 años por la causa rebelde. Asegura que le compensa, que se siente satisfecho al ver a los pacientes mejorar y, sobre todo, cambiar la cara de dolor por una sonrisa.

«Ojalá alguien lo mate»
¿Qué hubiera pasado si Gadafi hubiera aparecido herido en una de las clínicas en las que el joven médico opera? Ahmad (en la imagen, el segundo por la derecha), que nunca había pensado en este supuesto, responde: «Soy médico, mi trabajo es salvar vidas de seres humanos, sea la de quien sea, no puedo faltar a la ética médica ni ser hipócrita en mi profesión. Eso sí, dentro de mí estaría pensando: "Ojalá alguien le mate"».