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Lolita: «A mí la política no me llama: yo sólo pago a Hacienda canto y bailo»
Entre «Amor, amor» y «Sarandonga», cabe el universo musical entero de Lolita Flores. Treinta y cinco años y catorce discos son el resumen de una trayectoria plagada de éxitos, discos de oro y mucho cariño del público. Por eso la cantante se hace un autohomenaje en su último trabajo, «De Lolita a Lola», lleno de rabia, fuerza, dolor, recuerdos a los que ya nos están. Y mucho, mucho arte.
-«De Lolita a Lola». ¿Le empieza a pesar el diminutivo? -Nooooo. Simplemente Lola es mi nombre y ya tengo edad para él. Aunque no reivindico nada. Artísticamente seguiré siendo Lolita.-Y en medio: ¿Loli, Dolores, Mariló, Lolín...?-Según quién me llame. Unos me dicen Mariloli –como mi hijo, en broma–, o Loli –como me llama mi hermana y mis músicos...– o Lola. Aunque el nombre me da respeto.-¿Cómo se autohomenajea uno? -Es un homenaje a 35 años de profesión, que son muchos, según está el patio. Tenía ganas de celebrar ese cumpleaños y me he hecho un espectáculo a mi medida. -Y dentro de ese homenaje, claro, está su familia.-Claro. Porque mi padre, mi madre y mi hermano han tenido mucho que ver en mi recorrido. -Mercé, Melendi, Pastora Soler... ¿El que no tiene amigos, no graba? -Porque a la gente le gusta ver a dos artistas juntos. Todos son amigos y forman parte de estos 35 años: Mercé estaba en mi pandilla adolescente. Charo Reina es íntima amiga. Carmona es de la familia. A Malú la conozco desde que era niña... Pastora Soler le cantaba a mi madre cuando estaba malita... Melendi admiraba a mi hermano...-¿Es ahora mejor artista o es que cada día nos gusta más?-Soy la misma pero aprendes, te pules... Además, ¡tampoco hay tan buenos artistas! -Esa Lolita de Navokov, cantando «Amor, amor». ¿En quién se ha convertido?-En María Dolores González Flores, de 52 años y más madura. Nunca fui esa niña perversa de la novela. Lolita me llamaban en casa y salí a cantar con ese nombre.-¿Le molesta que salga a colación su madre en cada entrevista?-Para nada. Estoy orgullosa de ser hija de quien soy. Además, Lola era la «number one».-¿No le da por pensar, a veces, que sólo se ha ido de viaje?-¿Te imaginas que sólo estuvieran de viaje, mi hermano y ella, y volvieran? Pero no... Gracias a que son personajes populares, los medios me los recuerdan continuamente.-En el recuento de las frases del siglo, una era: «Si me queréis, irse». ¿A quién se lo diría?-¡A tanta gente!-No sea políticamente correcta...-Ni leo política ni economía. No tengo dinero en bolsa. Sólo me interesa que ha subido el IVA. Además, a los políticos no hay que echarles. Su duración es la que digan las urnas. -¿Y de cine qué? Después de un Goya, ¿les asustó tu presunto caché? -Si me toca la lotería, me hago una película. Porque no sé que ha pasado... Nadie me ha dicho que no lo hago por ser mala, o cobrar mucho o poco o porque me llamo Flores. El día que vuelva a las carteleras, arraso, porque la gente tiene más ganas de verme que yo misma.eclipsada por consentimiento-Quizá sólo sea una sequía pasajera.-No me llaman ni para hacer pruebas y eso que no estoy mal para mi edad.-Y sin operar.-No estoy operada de nada. A lo mejor el quid está en tocarse la cara, para hacer cine.-Política y cine. ¿Mucha política en el cine? -Yo ahí no entro.-Pero los compañeros actores, tocarán a su puerta para la firma de manifiestos.-Saben que no soy una mujer política. Intento trabajar con el que entre y con el que salga... A mí la política no me llama. Yo solo pago a Hacienda, canto y bailo.-Una mujer tan racial: primero se casa con un argentino y ahora con un cubano. ¿No había hombres en España a su altura? -Sí los había, pero no era mi destino. Mi destino era casarme con Guillermo y tener dos hijos estupendos y ahora ser feliz con un cubano.-No quiero mencionar la palabra maldita, pero ¿está bien de «lo suyo»?-¿Del cáncer? Perfecta. Me hago mis pruebas cada tres meses y, gracias a Dios, estoy limpia.-¿Esa enfermedad ayuda a poner las cosas en su sitio?-Al principio, sí, pero luego se te olvida. Además, yo no he pasado por una enfermedad. Fue una operación: cortado y sanado. Ni quimio, ni radio. -¿Sigue habiendo en su casa cocido semanal con copas y guitarras?-Tampoco era así... La gente cree que Lola servía el desayuno con la peineta puesta. Se ha exagerado. Había cocido los domingos, pero luego mi padre se iba a ver una peli, mi madre al bingo y yo a mi casa con mis hijos... ¡Y me da coraje!-¿Su madre eclipsó a su padre?-Mi madre eclipsó a todo el mundo, pero no sin el consentimiento elegido de mi padre. Él es el gran desconocido... Pero valían lo mismo. Ellos lo consensuaron: quién se va de giras y quién cuida a los chicos, para que coman, tengan horarios.... Fueron muy modernos.-¿Le molesta la palabra folclórica?-En absoluto. A mí me ha dado de comer la folclórica más grande que ha dado este país. -¿Y gitana?-Me siento muy gitana. Mi padre era puro y la «manta de arriba» es la que manda.-¿Sintió discriminación en su infancia? -Mucho. Porque era gitana y famosa. Según algunas niñas de mi colegio, mi padre vendía burros y mi madre enseñaba las piernas. -En cambio, a lo largo de su vida, ser gitana ha sido un plus.-¡No es lo mismo ser Lolita, gitana, que haber nacido en una chabola! Tenemos los mismos sentimientos, el mismo amor al arte, y podemos ser la misma buena gente. Pero yo soy una privilegiada.-Los gitanos se han vuelto racistas con los payos.-Todos con todos. Mira ahora con el burka... Deberíamos respetar las costumbres. Cuando vas a un país te tienes que acomodar... Pero hay que entender a los que vienen a buscarse la vida aquí, traen sus costumbres, que no se pueden quitar como si fuera una camiseta.-Ahora anda poniendo en papel sus memorias, con el auxilio de Javier Menéndez Flores.-Son conversaciones, pero no me dejan adelantar nada. Sale en otoño y me desnudo como no lo he hecho nunca.-¿A qué sabe la receta de su vida?-Arroz con carne, zumo de limón y un dulce de leche.-¿Hay que desterrar esa frase de «no soy un volante de la bata de cola de mi madre»?-Eso lo dijo Ferrando y le perdoné hace tiempo, dando a entender que yo sin mi madre no era nadie. En aquel momento me molestó, porque tenía que irme fuera de España a trabajar. A raíz de su muerte, en un Informe Semanal que me hizo María Antonia Iglesias –mi segunda madre, porque me parió ese día– dejé de serlo. Una inmensa sombra que deja pasar la luz«Entre aquel primer recuerdo que tengo de ella, en el mítico programa de Íñigo, y hoy, sólo median algunas marcas de expresión. Morena, bruna, tostada. Gasta melena incendiaria como he visto pocas y la hace acompasar al ritmo de sus palabras. Tiene un diapasón interno y no lo sabe. O sí. Está delgada, muy delgada. Y guapa; reguapa. No digo racial, porque situarlo en la misma frase que su nombre es un oxímoron. Amable y torera, lidia conmigo. No en vano tiene más entrevistas a su espalda que la grabadora de Oriana Falacci. Me alegra ver que está bien. Que está en paz. Que la dejan en paz... Y que la sombra de Lola Flores, por más alargada que sea, permite que reverdezca la inmensa garganta de su hija.
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