Roma
«Dios no es el antagonista del hombre»
«Europa ha de abrirse a Dios, salir a su encuentro sin miedo, trabajar con su gracia por aquella dignidad del hombre que habían descubierto las mejores tradiciones: además de la bíblica, fundamental en este orden, también las de época clásica, medieval y moderna».
Con voz firme y contundente, Benedicto XVI lanzó este mensaje a los más de 7.500 peregrinos que participaron en la eucaristía desde el Obradoiro, a las 200.000 personas que escucharon sus palabras desde las pantallas gigantes repartidas por Santiago y a los 150 millones de espectadores que siguieron al Santo Padre a través de la televisión.
En un lateral se levantó el palco, de color blanco, desde el que el Papa concelebró con 120 obispos. A la misa asistieron los Príncipes de Asturias (la princesa Letizia vestida con un traje blanco); miembros del Gobierno central y de la Xunta de Galicia, los cardenales que acompañan al Papa, así como parlamentarios europeos miembros del intergrupo «Camino de Santiago». Entre los asistentes se encontraban el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo; el ministro de Fomento, José Blanco, y el presidente del Partido Popular, Mariano Rajoy, con su esposa, Elvira Fernández.
Las palabras del Pontífice se esperaban como agua de mayo –no cayó ni una gota de lluvia– y el Papa quiso ejercer de torrente europeísta –hasta en doce ocasio nes nombró al continente– en la morada del Apóstol Santiago. Y lo hizo a partir de dos preguntas que lanzó en la homilía : «¿Cuáles son las grandes necesidades, temores y esperanzas de Europa? ¿Cuál es la aportación específica y fundamental de la Iglesia a esa Europa, que ha recorrido en el último medio siglo un camino hacia nuevas configuraciones y proyectos?». Su respuesta: «La Europa de la ciencia y de las tecnologías, la Europa de la civilización y de la cultura, tiene que ser a la vez la Europa abierta a la trascendencia y a la fraternidad con otros continentes, al Dios vivo y verdadero desde el hombre vivo y verdadero», animó, si bien subrayó y defendió la misión de la Iglesia en la revitalización del viejo continente: «Velar por Dios y velar por el hombre, desde la comprensión que de ambos se nos ofrece en Jesucristo», afirmó el Pontífice.
Así, recuperó el grito lanzado hace tres décadas por Juan Pablo II para recuperar las raíces cristianas del viejo continente, para dar un paso adelante y reclamar un lugar para Dios y la Iglesia en la vida pública. «Se sienta en una realidad tan sencilla y decisiva: Dios existe y Él es el que nos ha dado la vida», subrayó el pastor de la Iglesia, para, a renglón seguido, hacer referencia a Santa Teresa y su «sólo Dios basta» para lamentarse de que en el siglo XIX se presentara a Dios «como el antagonista del hombre» y de la negación a Dios del «paganismo».
La Salve Marinera de colofón
Frente a estas corrientes, Benedicto XVI invitó a los presentes a tomar la Cruz de Jesús como «supremo signo del amor llevado hasta el extremo, y por ese don y perdón al mismo tiempo, que debe ser nuestra estrella orientadora en la noche del tiempo». Los gallegos vibraron con la Salve Marinera como colofón a la misa, algo que se acogió con alegría en Galicia, sobre todo después de que el himno a la Virgen del Carmen, patrona de la Armada, fuese prohibido por la ministra de Defensa, Carme Chacón, el 16 de julio.
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