Estados Unidos
Crónica negra: Un muerto sin cadáver
El cuerpo achicharrado de Ted Bundy fue congelado con una sonrisa en medio de la descarga eléctrica de su ejecución.
Era el enemigo público Nº1 que mató a dos docenas de chicas universitarias peinadas con larga melena y raya en medio. Nadie tuvo reparos en mostrar su cadáver. Bonnie Parker, de Bonnie & Clyde, fue exhibida al público cosida a tiros al costado del coche en el que pretendía huir. A nadie le importó que fuera joven ni mujer. Enseñar el cadáver de tu enemigo, es mejor que esperar a que pase, sentado a la puerta de tu casa.
En las buenas películas del salvaje Oeste siempre aparece el tipo de la funeraria con su cinta de medir fabricando ataúdes tallados a mano. Recuerden el ambiente de Tombstone, el duelo del O.K. Corral, los hermanos Mc Laury y Billy muertos, relucientes como un pincel, preparados para ser exhibidos como en un festival. En el salvaje Oeste, el pistolero era puesto en pie y mostrado, con sus ropas y armas. Resaltaba el plomo de la bala entre los ojos o la mancha de sangre en el corazón.
Después del duelo al sol, siempre había una víctima que se enseñaba como un trofeo, excuso decirles si había un «wanted», «se Busca», «dead or alive», muerto o vivo, por una cantidad letal: pongamos cinco mil dólares. El caso es que un enfrentamiento sin cadáver pierde el cincuenta por ciento de su efecto rotundo.
En Estados Unidos existe una larga tradición de mostrar el cuerpo. Recordemos a Sadam Hussein, incluso en el acto de echarse la cuerda al cuello, y ahí están, históricamente, los cowboys en el escaparate de la funeraria, puestos de pie o echados, reventados a tiros, o segados de golpe con un agujero en la cabeza. Todos públicos, arrastrados por sus caballos.
Nadie ha visto el cadáver de Ben Laden, y aunque ya se supone que Obama no está para bromas, el hecho de que afirme que está seguro de haberlo despachado no es motivo suficiente para creer lo que dice. Sin cadáver no hay homicidio, pero sí operación política. Obama es el exterminador del peor terrorista de todos los tiempos. Es como un matador de dragones: superior, mágico, osado, valiente y respetado.
Pero exige de todos nosotros un acto de fe demasiado grande: creer en que Obama mata Ben Laden sin haber visto los despojos. No hay nada que explique que no se muestre la foto, una vez que se ha llenado el relato de obscenidades sin cuento. Panetta, de la CIA, ha insinuado que se ayudaron de la tortura, así sin ambages, esperando que los líderes del mundo le rían la gracia. Incluso se han atrevido a difundir que dispararon a Laden sin que estuviera armado. Hombre, eso en el Oeste era la horca, seguro. Estoy en contra de la tortura, incluso si con ella se encuentra al peor terrorista del planeta. EE UU es poderoso, pueden actuar dentro de la ley. Con ellos, el terrorista que huye es sólo una hormiga. Se puede actuar sin necesidad de emplear armas indignas, mezquinas o impropias.
La cárcel de Guatánamo es innecesaria; aislar a los terroristas, inutilizando sus cinco sentidos en un mono naranja, un pasatiempo cruel. Lo que vale es entregar el cadáver del ajusticiado para que lo entierren los suyos, como hace Aquiles con Héctor en Troya, ante la súplica de Príamo.
Si no sale el cadáver de Ben Laden es porque a lo peor no está disponible (fue quemado, carbonizado, destruido con ácido, hurtado…) y si no se muestran las fotos es porque no son capaces de arrancar ni un solo voto más de los que ya respaldan la candidatura del nuevo héroe americano. Eso de que temen la reacción que lo convierta en mártir es increíble. Les sobran fotos y vídeos para adorarlo.
En cambio se podían haber callado esos datos que hablan de un apacible padre desarmado en una tarde de domingo que presenta resistencia, pero no se puede adivinar cómo ni por qué deciden proseguir su acción incluso con bombas, dispuestos a hablar de la bondad de la tortura, si eres de los servicios secretos.
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