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Podemos y debemos por Alfonso Merlos
«En lugar de pensar acerca de dónde estás, comienza a pensar en dónde quieres llegar». Es un mandamiento que aparece en el frontispicio de cualquier manual de coaching, esa mezcla de ciencia, arte y casi deporte que tiene como misión liberar el potencial de las personas, las organizaciones… y, por qué no, de las naciones que, como España, están estancadas; de quienes necesitan un cambio organizativo, dejar de darle vueltas a la recesión, empezar a ver en perspectiva los problemas y encontrar nuevas soluciones para las dificultades que, con toda su crudeza y en toda su dimensión, están ahí y hay que combatir.
Este país necesita un chute de motivación y de patriotismo. De motivación, porque por mucho que sea nuestro talento, lo malversaremos enteramente si no nos convencemos de que la tarea de la recuperación a todos concierne y todos hemos de encararla como una formidable obra colectiva. De patriotismo, porque no hay nada más dañino para esta nación, o que por desgracia la retrate mejor, que el extendido comentario del tipo «trabajo para mí y para mi familia. Y España que se las vaya apañando».
No es éste un tiempo que demande de egoísmos ni en el que debamos progresar desde la mentalidad del «lo acometemos porque nos obligan». Los burócratas de la Comisión Europea, los imperturbables hombres del maletín del Banco Central Europeo o los tipos estirados de la corbata negra del Fondo Monetario Internacional no están más interesados que nosotros en la remontada. Es un error avanzar en la autopista de la regeneración y las reformas bajo el prisma del «sí, pero porque nos lo imponen». Lo que hagamos o renunciemos a hacer será esencialmente para nosotros, para nuestros hijos y para los hijos de nuestros hijos. Es una cuestión de amor propio y de orgullo. No cabe la menor duda de que la económica no es la peor de las crisis que nos sacuden. Como es indiscutible que es el conjunto del proyecto europeo el que atraviesa una fase crítica que está demandando respiración asistida antes de que el Viejo Continente pueda retomar un mínimo de estabilidad. Precisamente por eso, el impulso de la sociedad civil es determinante para señalar a nuestros políticos el camino difícil que deben transitar y disuadirles de los senderos fáciles que sólo conducirían al suicidio. Con responsabilidad, naturalmente; con altura de miras, obligatoriamente. Y siempre con la disposición individual y profesional de sacar fuerzas de flaqueza, de echar el resto de forma extraordinaria ahora que parece (y sólo lo parece) que estamos derrotados.
Volviendo a uno de los padres de la corriente del Nuevo Pensamiento, Ralph Waldo Emerson, hemos de convencernos de que sin ambición uno no empieza nada; y sin trabajo uno no termina nada. En nuestras manos está. Es una cuestión de pura supervivencia. Podemos y debemos.
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