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Rouco Varela: «La vida montada sobre protestas no es edificable»

Don Antonio sonríe. Bebe agua y vuelve a sonreír. ¿El motivo? La Jornada Mundial de la Juventud que arranca mañana. Todo lo que rodea el encuentro de jóvenes le reconforta, le anima. Y eso que, a pesar de que en estos días los preparativos parecen acelerarse para que el 16 de agosto todo esté a punto, llegar a la JMJ Madrid 2011 ha sido para él una carrera de fondo que comenzó mucho antes de que Benedicto XVI la anunciara el 20 de julio de 2008 en Sídney. Ahora toca disfrutar de la gran fiesta que presidirá el Papa y que han preparado más de 30.000 voluntarios dentro y fuera de nuestras fronteras.

 
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–En Madrid la temperatura será alta. Se lo habrá avisado al Papa.
–Está algo preocupado por este asunto. Lo hemos comentado tres veces en menos de diez meses, pero hay que confiar en que la media de calor en la tercera semana de agosto sea algo baja.

–Ésta es la tercera JMJ de Benedicto XVI. A los cuatro meses de ser elegido Papa, tuvo que enfrentarse a la primera con el peso de suceder a Juan Pablo II, fundador de estos encuentros, con lo que conlleva, y la responsabilidad de ser profeta en su tierra, Alemania...
–Era una visión corta de lo que era y significaba la personalidad del cardenal Ratzinger, de quienes desconocían su historia personal. Fue un sacerdote que desde muy joven no se ocupó pastoralmente –hablando con mayor intensidad– de otro tipo de fieles que no fueran los jóvenes. Como profesor universitario tenía un atractivo especial para los doctorandos que querían avanzar por el camino de la teología y la docencia. Prueba de ello es que en sus últimos años en Ratisbona era probablemente el catedrático que más doctorandos tenía de todas las facultades de teología del mundo. Fue profesor, maestro espiritual y amigo de aquellos jóvenes. Por eso, pensar que no iba a conectar con los jóvenes era algo que respondía a una ignorancia de su vida y cualidades personales.

–El encuentro con los profesores universitarios jóvenes previsto en El Escorial lo vivirá con especial intensidad...
–Estoy seguro de que sí. Lo hemos pensado teniendo en cuenta sus inquietudes y esos aspectos de su personalidad profundamente marcados por la vocación de teólogo e investigador. Su forma de hacer teología y de pensar la doctrina de la fe está muy marcada por el diálogo con la razón. Es alguien que conoce a fondo la problemática de su tiempo, no sólo desde un punto de vista superficial, puramente sociológico, sino desde sus raíces y posturas éticas, espirituales y morales de fondo.

–Este conocimiento profundo de nuestro país, por ejemplo, lo puso de manifiesto en el avión que le llevó de Roma a Santiago el pasado noviembre...
–Su interés por España emerge en varias de sus publicaciones, sabedor de lo mucho que ha supuesto nuestro país para la historia moderna de la Iglesia: el arranque de la modernidad, la respuesta al protestantismo, la reforma católica... Lo afirmó expresamente en el vuelo a Galicia, pero también en el libro «Luz del mundo». Además, conoce el pensamiento de los juristas, de los grandes santos españoles, de los místicos, la literatura...

–¿No es baladí que precisamente el lema de la JMJ que acoge España haga referencia estar «arraigados», a no perder las raíces?
–Probablemente ésa es una razón que tuvo que ver con la elección del lema, pero el motivo más profundo es la pérdida del significado de la persona de Cristo en su más hondo sentido y su Evangelio en la cultura europea y en el mundo occidental. Esta preocupación le ha llevado, como dirían los expertos, a elegir un tema expresamente cristológico. Por otro lado, el atractivo más humano y psicológico del cristianismo es la persona del Señor y la forma de responder a la psicología del hombre cuando se le remueve la conciencia, la gran pregunta de Dios, resulta mejor captada y asumida cuando se conoce aun hombre que ha sido el Hijo de Dios. Al conocer su vida, su historia, que está contigo, a tu lado, tienes un acceso a Él directísimo.

–¿Los jóvenes españoles saben dónde están sus raíces?
–Constantemente surge esta duda en nuestra sociedad. Los estudios sociológicos que analizan el asunto están tan predeterminados por las orientaciones de los que formulan las encuestas que no sabe uno en qué medida responden a la realidad real, valga la redundancia, de los jóvenes españoles. Que hay un sector de jóvenes que no han recibido en el marco de su familia ese mínimo de educación en la fe que recibíamos las generaciones anteriores es evidente. Que hay otro sector de jóvenes que no pisa la Iglesia ningún día del año también es algo constatable. Que hay un grupo que sí ha recibido cierta formación básica en su familia, que alguna vez van a la parroquia y han recibido algunas herramientas en las clases de religión, es verdad. Pero no menos cierto es que hay un sector de jóvenes que están profundamente unidos a Cristo y a lo que significa vivirlo en plenitud en la Iglesia como muy pocas veces en los últimos 30 o 40 años. Son una generación que está dispuesta a configurar su vida a partir de ahí. La atracción de la propuesta cristiana tira y los jóvenes se sienten tocados.

–¿Cómo se puede hacer para que este mensaje sea aún más atractivo frente a la ofensiva laicista que quiere apartar el hecho religioso de la vida pública?
–Tenemos que seguir presentes en la vida pública como tal. La Iglesia debe continuar con su labor institucional y pastoral, en su vida diaria de carácter comunitario y celebrativo, con presencia social, reforzándolo y animando a que gane en calidad humana. Por ejemplo, hablar de Cáritas es hablar de la Iglesia, de las comunidades parroquiales, diocesanas, de las colectas, de los voluntarios cristianos. Sus recursos, el apoyo personal y las visitas a los más necesitados, vienen de la vida cotidiana de la Iglesia. Tampoco hemos de olvidar los pecados que forman parte de la Iglesia, una triste realidad. El pecado nos acompaña a todos y si hay alguien que reconoce sus errores todos los días, son los que celebran la eucaristía. Eso no quiere decir que no suframos cuando se producen escándalos públicos, pero tampoco quiere decir que eso elimine y ensombrezca la otra realidad, que es la fundamental y sustantiva.

–Pero precisamente esos escándalos son un argumento recurrente para el laicismo radical.
–Después de la Segunda Guerra Mundial y la necesidad de concebir el Estado y la comunidad política en clave de humanismo de verdad, con la dignidad de la persona en el centro con sus derechos fundamentales, la irrupción de este laicismo se presenta como algo tardío, que se daba por superado. ¿Cómo se puede hablar ahora de laicismo cuando la libertad religiosa y su significado público estaba más que reconocidos en Europa? Y ahora, retrocedemos a situaciones de los años 30, 40 y 50 del siglo pasado... No es sostenible intelectualmente, como tampoco lo es el confesionalismo en sentido estricto. ¿Vamos ahora a volver atrás? Esto significaría dar pasos atrás en la auténtica democracia.

–Quienes enarbolan esa bandera laicista, ¿tomarán nota cuando vean a los jóvenes celebrando su fe sin molestar a nadie?
–Estoy convencido de que ayudará a muchos adultos a decir: «Hay muchos jóvenes con esperanza». La sociedad española va a recibir una inyección grande de esperanza, pero también la sociedad europea y mundial a través de los medios de comunicación. Eso sí, uno nunca sabe cómo reaccionarán esos segmentos de sociedad y de vida cultural que han revitalizado el laicismo en toda Europa. A muchos les tocará el corazón, aunque siempre los hay que están en plan de combate...

–En esa actitud parecen estar otros jóvenes que se mueven en los últimos meses por Madrid: los llamados «indignados»...
–No son sólo jóvenes. Como dicen los italianos: «Se es muy joven de cero a 50 años». El término no es original, pues está tomado de Stéphane Hessel. Además se empezó a utilizar después de que el fenómeno se pusiera en marcha. Creo que la vida montada sobre protestas no es edificable, hay que construirla sobre cimientos firmes. Teniendo en cuenta cómo está la situación, la vida y la realidad, hay que intentar abrir el camino de la vida de forma positiva para que los jóvenes puedan realizarse en su dignidad de persona, como hijos de Dios. Y esto no debe hacerse desde un punto de vista individualista, sino desde un prisma de comunidad, de convivencia, de cooperación, de búsqueda del bien común, más allá de fronteras particulares... Reconocer dónde está la conciencia, el alma y el reconocimiento de la verdad es el punto de partida para entender que el hombre no es un ser para la muerte, sino para una vida que en el fondo es amor. La definición cristiana de Dios es en su esencia amor y Cristo es la encarnación de ese Amor en el mundo, que triunfa sobre el pecado, sobre la negación del hombre como un ser abierto a la vida y el amor y que posibilita que ese triunfo sea realidad en la biografía de cada uno y en la historia general de la humanidad.

–¿Le ha quitado muchas horas de sueño la JMJ de Madrid?
–Me quitó más la de Santiago, aunque ahora es verdad que necesito dormir menos que antes. Los esquemas y el desarrollo teórico lo hicimos entre siete personas, un grupo pequeño de trabajo que nos reuníamos en la casa de las calasancias en Dorrón (Pontevedra). Ahora todo es más complejo y la experiencia es un grado. Madrid cuenta con unas posibilidades para desarrollarla que hoy en Santiago no se tendrían. Eran otros tiempos, aquello fue toda una aventura porque los encargados de la pastoral juvenil de entonces no entendían la iniciativa. De hecho, sólo se sumaron un 25% de las diócesis en la preparación y celebración de la jornada.

–En una de las vallas publicitarias que empapelan estos días Madrid, se recoge una cita de Benedicto XVI en la que asegura que la JMJ es una experiencia que cambia la vida.
–Cuando hablo con jóvenes seminaristas, así como con consagrados y consagradas de los últimos 20 años y pregunto quién oyó, acogió o respondieran a la llamada del Señor en una JMJ, la inmensa mayoría responde que sí. Si uno se va a la comunidad de Iesu Communio en La Aguilera y lanza la pregunta refiriéndose a una JMJ o al encuentro con Juan Pablo II en Cuatro Vientos, muchísimas la refuerzan.

–¿Cree entonces que se debería confiar más una generación que se tilda de «perdida» ?
–No sé yo si hay una apertura generosa en la sociedad actual a la realidad juvenil. Creo más bien que no. Más que desconfiar de los jóvenes, hay cierto pasotismo hacia ellos, pero es algo que también tiene mucho que ver con la crisis de la familia. Yo quisiera que primero se confiara en la Iglesia. Las jóvenes generaciones de sacerdotes, religiosos y seglares comprometidos apostólicamente están muy convencidos de que se puede confiar en los jóvenes.

 


Cumpleaños en cuatro vientos
El próximo 20 de agosto un millón y medio de jóvenes se reunirán en Cuatro Vientos para participar en la Vigilia de Oración que presidirá Benedicto XVI, una fecha que coincide además con el cumpleaños del cardenal Antonio María Rouco Varela. O quizá no. «No sé yo si lo celebro, porque según el Anuario Pontificio nací el 24 de agosto de 1936 y según la partida de bautismo así es. Sin embargo, el Registro Civil recoge que nací el 20 de agosto y mi hermana mayor también defiende esta fecha. Con esto, no sé si el cura se equivocaría, lo que está claro es que no puedo dirimir la cuestión», bromea el arzobispo de Madrid. «En cualquier caso es una providencia. También en Santiago cumplí años y recuerdo lo que me dijo el secretario del Papa cuando salimos al Monte del Gozo aquel 20 de agosto: "Excelencia, usted es muy joven". Y yo le contesté que me parecía a mí que no, porque en la psicología de mi generación, a los 40 ya eras un señor y yo cumplía 53». Edades al margen, el cardenal Rouco asegura, a pesar de lo que implica estar al frente de la archidiócesis de Madrid, que peregrina más ahora que cuando pastoreaba la Iglesia compostelana. «La sierra de Madrid es fantástica. Procuro semanalmente, casi con exigencia de vida espiritual, caminar», defiende.


En primera persona
España es el único país que ha acogido hasta ahora dos Jornadas Mundiales de la Juventud con un mismo anfitrión: Antonio María Rouco Varela. ¿Se quedó con ganas de más el cardenal en Santiago?
«Cuando terminó la JMJ de Santiago me dije: ''Gracias a Dios, ahora vamos a descansar un poquito en el sentido cómodo de la expresión''. Muchos obispos españoles tenían entonces sus dudas sobre las fórmulas de pastoral juvenil multitudinarias pero se quedaron convertidos tras la experiencia de Santiago. Después de llevar unos años en Madrid y conocer a los jóvenes, sentí que tenía que pedir para Madrid y para España la Jornada Mundial de la Juventud».