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Muere un lama tras quemarse a lo bonzo
El monje budista protestaba contra la represión religiosa y cultural china
PEKÍN- Nyage Sonamdrugyu, conocido como Sopa, le dio el domingo un par tragos a una garrafa de keroseno, se vació el resto por encima y se prendió fuego. Según testigos, su cuerpo estalló y sólo la cabeza y una parte del tórax quedaron reconocibles. Antes de inmolarse había pasado unos minutos rezando y repartiendo pasquines en los que aseguraba que no estaba actuando «por su gloria personal, sino por el Tíbet y la felicidad de los tibetanos». Su caso se suma a los de otros 14 monjes y monjas budistas que se han quemado a lo bonzo en los últimos meses en China.
Al contrario que los anteriores suicidas, Sopa era una figura de cierto peso. Estaba considerado un «Rinpoche», un «Buda viviente». A sus 42 años, vivía en el monasterio de Nyanmo, en Qinhai, una provincia situada junto a la Región Autónoma del Tíbet, donde residen millones de tibetanos. Allí, Sopa dirigía un orfanato y gozaba de la devoción de cientos de seguidores. Muchos de ellos se manifestaron ayer violentamente por la prefectura de Golog hasta obligar a la Policía a devolver el cadáver y poder celebrar el ritual funerario tradicional.
El movimiento tibetano justifica este tipo de actos fanáticos como una protesta desesperada ante la creciente represión cultural y religiosa orquestada desde Pekín, especialmente en las áreas tibetanas situadas fuera de la Región Autónoma del Tíbet. «Para nuestra religión todas las vidas son sagradas y el suicidio es un enorme daño para el alma. Pero quien vive en Tíbet tiene hambre de libertad, sobre todo religiosa. Un hambre que está atravesando toda China. El Gobierno seguramente es muy duro con ellos, de modo que cuando veo las inmolaciones yo me conmuevo», aseguraba ayer desde el exilio en Roma el lama Gedun Tharchin.
Pekín, por su parte, considera «terroristas» a los suicidas y acusa al exilio tibetano y en especial al Dalai Lama de estar adoctrinando a estos jóvenes monjes con ideas religiosas fanáticas. Lo cierto es que el líder espiritual tibetano nunca ha condenado abiertamente las inmolaciones, e incluso ha convocado oraciones por el alma de los «mártires», algo que desde la óptica de Pekín equivale a «beatificarlos». Se trata de un choque extremo entre la mentalidad materialista del desarrollismo chino y el misticismo teocrático de los budistas tibetanos.
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