Crítica de libros

Truco o trato

La Razón
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A mi pequeña familia disfuncional también pertenecen, pues están tan presentes en mi vida como las paredes de mi dormitorio, mi vecina Lupita y el fantasma de mi ex marido. «¿Es que murió, tu ex marido?», me pregunta Lupita, con el lagrimal siempre propicio al desbordamiento. (No entiendo a esta chica. Llora hasta con los créditos de la serie Bob Esponja). «No, está vivo y coleando», le respondo arisca antes de que se eche a llorar y me ponga perdida la alfombra, «pero era un fantasma cuando yo estaba casada con él, y por lo visto sigue siéndolo». «¡Aaaah!», asiente Lupita, comprensiva. Mi madre, que me está confeccionando unos pantalones naranjas de croché, ideales para el día del Orgullo Gay porque para otra cosa no se me ocurre, levanta la vista y me mira como preguntándose dónde me habrá visto ella antes… «¿Truco o trato?…», inquiere el fantasma de mi ex marido, un tipo extranjero, nórdico creo, nunca supe muy bien de dónde era exactamente, altísimo, un rubio vikingo y socialdemócrata del que sólo recuerdo que sometió nuestras relaciones amorosas, digamos… particulares, a una negociación colectiva que dio al traste con la paz de mi epitelio estomacal durante el poco más de un lustro que estuvimos casados. Llega disfrazado de alma del inframundo (él dice que de ex ministra, pero su palabra no es de fiar). Cuando lo ve entrar, la autora de mis días suelta un grito de terror y sale escopeteada. «Hombre, se me había olvidado que ya es Halloween, víspera del día de Difuntos. Te esperaba mañana, en la jornada de los muertos... vivientes», le digo a mi ex, a modo de saludo.
Todos saben que estoy muy dolida por no haber sido nombrada ministra en la última remodelación gubernamental, de modo que procuran no tocarme las narices demasiado. «¿Odias a ZP? ¿Tan enfadada estás…?»; quiere saber Lupita. «No, no lo odio, me gusta vivir tranquila», respondo mientras me recorto las uñas de los pies con un cuchillo jamonero, «aunque desde que ‘no' soy ministra siento que mi corazón ama tiernamente a este nuevo gobierno de progreso, pero que mi estómago no lo soporta y que por ello se desencadenan en mi interior, sin freno, muchos impulsos egoístas y reaccionarios que me provocan acidez. Escucha, Lupita, se me ha ocurrido que quizás debería hacer méritos para entrar en el Gobierno aprovechando la próxima crisis, cuando llegue. Tal vez podría tatuarme una ‘Zeja' en la frente, o hacerme amiga de Sonsoles, o enviarte a ti para que seduzcas a Rajoy y luego le amargues la vida y lo abandones, destruyendo de paso a Soraya y la Cospedal. A ver si acabamos con la oposición de una vez. ¿O debería escribir un ‘bio-pic' sobre Rubalcaba, una película biográfica para televisión sobre el machote alfa del reino? ¡Qué idea! ¡Y más teniendo en cuenta que Él y Marian Robinson, la suegra de OhBama, son esas dos personas con las que siempre he querido ir a cenar! ¡Síiii…! Vuelve a mi vida la ilusión, Lupita. ¡Yeah!».