Sorpresa en las primarias

Lo único que está claro en esta confusión es que los votantes republicanos no lo tienen claro. Vaya usted a saber por qué el 40% de los que acudieron a las urnas votó como votó y no lo hizo como no lo hizo. A falta de motivaciones demostrables, el giro se atribuye al efecto de los dos debates que precedieron la jornada electoral, aunque como telón de fondo está siempre el hecho de que entre los republicanos de Carolina del Sur predominan los conservadores más que entre los de New Hampshire y, por cierto, más también que entre los de Florida, que votan el día 31. Pero con ese trasfondo, las encuestas le daban una clara ventaja a Romney. Llegó al estado con dos victorias detrás, y se va con una sola, porque mientras tanto el escrutinio final de Iowa lo deja de segundo por unas pocas decenas de votos. Tres primarias, tres vencedores. Los cuatro contendientes que acaban de competir siguen y lo harán mientras tengan el dinero para hacerlo. Si el juego está en los debates, éstos resultan más baratos que los anuncios. Ron Paul tiene su claque, que le permite rebasar el 10% con gastos mínimos. No todos los suyos son auténticos republicanos, pero en el caótico sistema de las primarias es fácil colarse. Santorum se afianza como tercero, esperando traspasar el 20%. Llegar al final puede tener premio: la vicepresidencia o alguna cartera ministerial. Romney y Gingrich empatan ahora en delegados para la convención que elija al candidato. El primero tiene que confiar en que Florida sea para él lo que Carolina del Sur ha sido para Gingrich, pero eso no zanjará la cuestión.
Todas las previsiones indican que la batalla va para largo. Las maravillosas encuestas de salida de urna apuntalan la teoría de que los debates, sobre todo el último, han sido clave. Dos tercios de los encuestados les atribuyen gran importancia en su decisión. Gingrich estuvo mucho más contundente que el frío y estable Romney. Si puede tumbar a Obama en los debates, eso lo hace elegible. Si además es conservador, miel sobre hojuelas.