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El principio del principio por Pablo Vázquez
Uno de los momentos más significativos de la rueda de prensa del primer Consejo de Ministros del nuevo Gobierno fue esta enigmática frase pronunciada por la vicepresidenta. La afirmación, después de aprobarse uno de los ajustes presupuestarios más duros que se recuerdan, ponía de manifiesto la trascendencia del momento que estamos viviendo. Y creo que tenía razón. La dimensión presupuestaria, de actuación sobre ingresos y gastos, que está dominando los primeros pasos de este Gobierno no es más que el principio del principio. La raíz de nuestros males no residen en el presupuesto público. Es cierto que se han cometido un buen número de excesos, nos hemos «pasado» en el número de infraestructuras, universidades, museos, empresas públicas, funcionarios o laborales al servicio de la Administración, considerando como permanentes ingresos que eran resultados de un ciclo muy expansivo. Y también es cierto que si se hubiera actuado con más contundencia hace meses hoy no estaríamos en esta precaria situación. Pero los problemas de la economía española, el tapón que nos impide crecer y salir de esta crisis, no es el presupuesto. Por ponernos en contexto, el Reino Unido cuenta con un déficit del 8,8% del PIB y Francia del 5,8%, sin referirnos a la deuda, donde siempre hemos tenido una situación mucho más favorable que la mayoría de nuestros socios europeos. Lo que nuestro país hoy necesita es ajustarse a un mundo que ha cambiado radicalmente a nuestro alrededor. Reducir gastos y aumentar ingresos es la parte sencilla de esta diabólica situación en la que nos encontramos. Es sólo el principio del principio. Lo que hace falta es que este Gobierno sea capaz de poner en orden el país para una generación.
Necesitamos, por ejemplo, contar con entidades financieras solventes que presten dinero para inversiones que alcancen décadas, universidades que puedan formar –porque están entre las mejores del mundo– a jóvenes que compitan en ese ámbito global o un sistema sanitario que pueda afrontar que un tercio de su población supere los sesenta y cinco años. De entre todas esas tareas, probablemente la primordial nos la jugamos en las próximas semanas. La reforma del mercado de trabajo es la reforma que debe marcar esta legislatura; no sólo por la insostenible cifra de desempleados –que no se va a reducir de modo inmediato con independencia de lo que se apruebe– sino por su efecto sobre el conjunto de la economía. Hace no mucho tiempo un buen conocedor del sistema sanitario me decía que la reforma más importante en ese sector era... la reforma laboral. Cambiar las reglas del juego, los incentivos que decimos los economistas, que se han demostrado de forma tan apabullante como caducos, es hoy una absoluta necesidad. Hay que pensar el mercado de trabajo de otra manera, de forma mucho más moderna. No podemos seguir creyendo que el modo de proteger al trabajador es mediante unos costes elevados por despido, una negociación colectiva que obliga al que no participa y que siempre es al alza, una formación donde no importa lo que en cada caso necesita la empresa o el individuo. Ejemplos tan queridos por muchos como los países nórdicos demuestran que eso son instituciones del pasado. A este Gobierno le toca hacer la reforma del mercado de trabajo que no se ha hecho en tres décadas. Realmente, estamos al principio del principio.
Pablo Vázquez
Director de Fedea
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