Música

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«El cobarde del condado»

Kenny Rogers publica sus memorias, un relato real, nada edificante, pero lleno de vitalidad sobre una de las grandes figuras de la música country 

«El cobarde del condado»
«El cobarde del condado»larazon

Kenny Rogers es uno de los grandes cantantes no sólo del country sino de la música popular en general. A lo largo de su carrera ha vendido más de ciento veinte millones de álbumes; y ha ganado tres premios Grammy, dieciocho premios de la American Music, ocho de la Academia de la Música Country y cinco de la Asociación de la música country. Para colmo, su película «El jugador» –basada en la canción del mismo nombre– se encuentra entre las diez más vistas por televisión en todo el mundo.
Deformando el título de una de sus canciones, «Love or Something like It» (Amor o algo así), Rogers acaba de publicar «Luck or Something like It» (Suerte o algo así), donde da cuenta de sus peripecias a lo largo de más de siete décadas de vida. Rogers nació en Texas, en el seno de una familia numerosa, durante la Depresión y, desde la adolescencia, supo que quería ser cantante y que la música lo podía sacar de la penuria conocida durante sus primeros años. Se inclinó siempre por el country, ya que su madre lo escuchaba a todas horas y era, según sus propias palabras, el «rythm and blues» de los blancos. Curiosamente, sus primeros intentos estuvieron más vinculados al jazz y al pop con un grupo conocido como «The First Edition», pero en 1977 inició una carrera en solitario, que lo convertiría en uno de los cantantes más importantes de la Historia.
A lo largo de las páginas del libro aparecen muchas mujeres. Por supuesto, aparecen las cinco con las que contrajo matrimonio –prueba clara, según Rogers, de que nunca le tuvo miedo al compromiso– y que le proporcionaron experiencias bien diversas. La primera, con la que se casó de «penalty» en la adolescencia, fue una historia que pudo salir bien, pero que fracasó por la familia de ella. Marianne , con la que tuvo un hijo llamado Christopher y cuya relación acabó en un divorcio –ocasionado por la infidelidad de Rogers– que le costó millones y lo colocó al borde de la quiebra. Wanda, la actual esposa, con la que se casó hace veinte años y a la que lleva nada más y nada menos que veintiocho años y cuyos padres son incluso más jóvenes que Rogers. Y además de las esposas, mujeres extraordinarias como Dottie West, con la que grabó unos insuperables LPs de dúos entre los que se encontraba el famosísimo «Don't Fall in Love with a Dreamer» y que murió trágicamente en 1991 en un accidente de automóvil; o Dolly Parton, amiga de años, que le acompañó en «Islands in the Stream», el dúo más importante de la música country, escrito, por una de esas paradojas de la vida, por los Bee Gees.
Rogers no oculta las veces que estuvo a punto de ser procesado por sexo telefónico o el desaguisado que le perpetraron en la cara unos cirujanos plásticos. Por el contrario, da la imagen de un hombre que, como el jugador de su canción, ha ganado y perdido, pero siempre ha estado dispuesto a sentarse de nuevo a la mesa porque ha sobrevivido gracias a la suerte o algo parecido.
Y todo ello lo cuenta apenas unos días antes de que se publique un nuevo CD suyo con temas clásicos de gospel, un género al que se había resistido hasta ahora. Tras leer el libro, nadie podría decir de él, tal y como rezaba una antigua canción suya, que era el cobarde del condado.