Historia

Cataluña

Hipercor 25 años por José María Fuster-Fabra

La Razón
La RazónLa Razón

Hay días en la vida de todo ser humano que uno recuerda lo que hacía cuando sucedió algo que nos impactó. Yo supe de la tragedia del terrible atentado de Hipercor cuando me dirigía hacia una boda.

Poco podría sospechar que aquello iba también a cambiar mi vida, nada comparable a los muertos o los heridos o a sus seres queridos, pero ese día empecé a notar que era también mi causa y que el silencio es a veces cómplice de la cobardía.

Fue después cuando conocí a sus víctimas. Nada, ni mi vida profesional, mi tesis doctoral, seguiría el cauce marcado y los nombres de Roberto, de José y de tantos otros pasaron a ser mi otra familia, en la que como en las de sangre –¿habrá más sangre que en ésta?– pasa de todo, bueno, regular y malo.

A partir de entonces, los míos iban a ser las víctimas del terrorismo. Con ellos he luchado, por ellos he luchado, con ellos he ganado y he perdido, a ellos les debo mucho y ellos no me deben nada porque a nadie le deben nada.

Ahora, al paso del tiempo cuando la vida me ha dado tres regalos que se llaman Maribel, Pepe e Irene, sólo aspiro a que comprendan que un día su padre decidió luchar junto a los buenos, los que no tenían derechos, a los que nadie entonces les reconocía nada.

Dignidad para los muertos, reconocimiento para los que salieron adelante y honra para los que dejaron lo mejor de si mismos en esta tarea, porque al final de las conmemoraciones, como la de los 25 años de la tragedia de Hipercor, siempre seguiremos adelante los mismos.