Crítica de libros

Peores que los señoritos

La Razón
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A hora resulta que los nuestros eran peores que los señoritos. Desde hace décadas, siglos, en la Andalucía que recogía la aceituna con las rodillas y las manos hinchadas por el frío, la que encendía candelas en el campo antes de que saliera el sol para que la faena fuera menos dura, la que hacía jornales bajo el infierno de agosto para segar el cereal, la que dormía en las eras, la que no tenía tierra propia, la Andalucía en la que los señores eran señores desde siempre, señores de casino y de caseta propia, de finca para cazar, la Andalucía en la que los pobres no se mezclaban nunca con los ricos, la que esperaba justicia, la que esperaba que mandaran los nuestros, los que no habían heredado ni iban a heredar. Y cuando llegó la democracia, esa Andalucía que durante décadas y durante siglos había esperado que el poder no fuera de los de siempre se juró a sí misma que a partir de ahora iban a gobernar los nuestros, pero para siempre. Porque con la democracia en otros sitios podía ser que una vez gobernaran unos y otra vez otros, pero en la Andalucía de siempre la democracia era que los nuestros gobernaran en perpetuidad, que los señores ya habían gobernado mucho. Y llegaron los nuestros. Y 30 años después de que llegaran los nuestros ha resultado que eran peores que los antiguos señoritos, que nos han quitado el dinero a los parados para sus juergas y para intentar quedarse ellos, que no nosotros, para siempre mandando.