Benedicto XVI
La Iglesia liberal
El pensador inglés John Locke sentó, en el siglo XVII, los principios del liberalismo, una propuesta de comunidad política basada en el respeto a los derechos del ser humano. La clave de todo es la tolerancia. ¿Tiene límites la tolerancia?, se preguntaba Locke en consecuencia. Sí, contestaba, y uno de esos límites se sitúa justo donde empieza el catolicismo. Como John Locke se tomaba muy en serio la cuestión religiosa –dedicó mucho tiempo al estudio de las Cartas de San Pablo–, sus reflexiones siempre resultan interesantes. Hay que reconocer que lo ocurrido estos días en su país le habría llenado de asombro. La visita del Papa responde a una tendencia profunda en el mundo anglosajón, en particular en Gran Bretaña, como es el avance del catolicismo. Poner el viaje bajo la advocación del cardenal Newman, converso y santo, no es una casualidad. Benedicto XVI responde a lo que está ocurriendo con un ejemplo de vuelta a la unidad. La propuesta a los anglicanos es también un llamamiento destinado a los evangélicos, al conjunto del pueblo de la Biblia. También se puede volver a nacer para Dios en la Iglesia católica, está sugiriendo el Papa. La Iglesia, dice al mismo tiempo Benedicto XVI, debe estar preparada para ese desafío. Es este el fruto de una reforma interna empezada hace cincuenta años y en la que el propio Benedicto XVI ha participado. Su pontificado debería significar, entre otras cosas, el punto culminante de este movimiento reformista. Sobre todo hoy en día, cuando la libertad empieza a medirse por la tolerancia al cristianismo… y al catolicismo. Y no hablo de los muchos países en los que no hay libertad religiosa. También en nuestro mundo liberal esa tolerancia está en peligro. Hay quien sigue pensando que la libertad exige la superación de la religión, en particular del cristianismo. Hoy sabemos, como también sabía Locke, que la libertad depende muy fundamentalmente de la libertad religiosa. Gracias a la reforma interna, gracias a la preparación para la libertad de la que el Papa ha sido siempre valedor, la Iglesia católica se presenta ahora como piedra de toque y defensora de la tolerancia. Una gran lección.
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