África

Estados Unidos

Guerra del Golfo III

La Razón
La RazónLa Razón

Gobiernos e instituciones, además de ciudadanos de todo el mundo, están asombrados con el ritmo vertiginoso de los levantamientos populares en los países del norte de África, desde el comienzo de 2011. La situación mantiene paralizados a aquellos que desde fuera quisieran ayudar a atajar la crudeza de las muertes y de los destrozos económicos.
Y como siempre en casos anteriores parecidos, todo el mundo mira a Estados Unidos y se pregunta qué va a hacer la Administración Obama. Era previsible lo que ocurre en la región desde Marruecos al Golfo Pérsico, cargada de dirigentes tiranos, corruptos y dictadores.
Estados Unidos ha tenido como aliados a la mayoría de estos «personajes» y Obama no puede ahora intervenir militarmente contra una población civil que sólo pide democracia y libertades, por mucho que le hubiera gustado a un Mubarak o a un Gadafi.
El miedo de la Administración norteamericana es que las manifestaciones lleguen hasta Arabia Saudí y el resto de los emiratos en el Golfo Pérsico, depositarios de las mayores reservas petrolíferas del mundo. En los últimos veinte años dos presidentes norteamericanos han intervenido en Oriente Medio (George Bush padre e hijo) porque Arabia Saudí se vio realmente amenazada por el dictador iraquí Sadam Husein. Las consecuencias de las dos guerras del Golfo son de sobra conocidas. ¿Habrá una tercera?