Cataluña

Muy antipáticos por Alfonso Ussía

La Razón
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Se quejan de que somos anticatalanistas y antivascos. Nada más lejano a la realidad. Es su principal argumento victimista. Si tanto nos importa al resto de los españoles lo que está sucediendo en Cataluña y las provincias vascas es por lo mucho que queremos y admiramos a los naturales de sus territorios. El marido que tiene a su lado a una pesada que no hace más que humillarlo en público, pedirle dinero, renegar de su condición y demás lindezas, no se opondría a una separación unilateral. Es más, daría saltos de alegría el día de la escisión matrimonial. Pero no es el caso, a pesar de los continuos gestos de antipatía que los nacionalistas vascos y catalanes nos llevan regalando al resto de sus hermanos durante decenios.

El último el de Mas. Aprovechando una coyuntura económica difícil –a la que tanto han colaborado en empeorar los nacionalistas–, el Presidente de la Generalidad celebra «ver a España contra las cuerdas, débil y desacreditada». Más o menos lo que dijo Otegui desde la cárcel. Siempre tan antipáticos. En el caso de Mas, una antipatía muy injusta, por cuanto acaba de recibir de los administradores contra las cuerdas, débiles y desacreditados casi seis mil millones de euros para que su Gobierno insista en derrocharlos en chorradas. Entiendo la quiebra de la simpatía cuando uno acude a un amigo a pedirle dinero y éste lo ningunea y humilla, amén de negárselo. Pero Mas tiene que reconocer que no está bien pedir seis mil millones de euros, recibirlos, y ya con el dinero en el talego, ponerse a insultar a los prestamistas, que a su vez, están hipotecados por otros préstamos, que a su vez, indefectiblemente, terminará cobrando Ángela Merkel con suculentos intereses. España está al borde del abismo, y ese abismo lo comparten Cataluña, el País Vasco y hasta las islas Chafarinas.

Con tanta antipatía no se ganan adeptos fuera de los límites provinciales y autonómicos. Mas se alegra del mal ajeno, y lo reconoce, sin apercibirse de que ese mal ajeno es su propio mal. Lo mismo hace Otegui desde la cárcel, que afortunadamente no es la Modelo de Barcelona, que ha sido invadida por ratas, chinches y piojos porque no hay dinero para desratizar, deschinchar y despiojar sus instalaciones. Menos mal que Otegui no se halla en la Modelo de Barcelona, porque Mas perdería a su amigo querido y allegado.

Nadie puede mandar sobre los sentimientos y los pensamientos individuales o colectivos. Si hay decenas de miles de catalanes que no quieren seguir siendo españoles, que acudan al camino que establecen las leyes y hagan lo que legalmente es preceptivo para separarse. Y los vascos, lo mismo de lo mismo. Pero sería de agradecer que rebajaran el tono de los desprecios, los desafectos y las antipatías permanentes. No se puede ir por la vida dando collejas innecesarias a los cogotes ajenos. No se puede ir por la vida riéndose de los necesitados, y menos aún, cuando el necesitado ha hecho un esfuerzo para prestar lo poco que le queda al que se ríe. El gran defecto de los nacionalistas no es otro que su mala educación. Insultan, y apenas unos segundos más tarde, se quejan por haber sido insultados.

No olviden en el País Vasco que detrás de toda su ignominia hay mil muertos inocentes y miles de familias destrozadas. No es una opinión, sino un dato histórico. No olviden en Cataluña que el resto de España es su mejor cliente. Y no es una opinión, sino otro dato demostrado. Déjense pues, de antipatías y desafectos, pidan perdón y sigan a lo suyo.