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Al campo a trabajar por Fernando Chornet
En un pequeño pueblo cerca de Valencia comentaba una señora, hace unos días, que su hijo no tenía trabajo, vamos, que estaba parado, y que, por esa razón, iba a «currar» con su padre a los campos de la familia.
Tras ello, le pregunté si eso no era trabajar, me miró con extrañeza y me dijo «hombre, trabajar sí que trabaja, no va a estar en casa sin hacer nada, pero como no cobra…, pues eso, no es lo mismo que si trajese un sueldo a casa todas las semanas».
Intenté hacerle razonar y que comprendiese que el trabajo que desarrollaba su hijo estaba produciendo, día tras día, beneficios para la economía familiar. Pero no hubo forma de que entendiese mi razonamiento. Para ver si conseguíamos llegar a un acuerdo le pregunté «¿cuánto tendríais que pagar diariamente a un trabajador para que hiciese la faena que está haciendo tu hijo?» Se quedó pensativa unos momentos y me dijo una cifra. «Pues ése es, por lo menos, el sueldo que está ganando tu hijo, le dije, ya que aunque no traiga dinero a casa, evita que salga».
Su respuesta fue contundente: «es que no contrataríamos a nadie para hacer ese trabajo, porque no nos saldría rentable, lo que sucede es que prefiero que mi hijo esté trabajando en el campo con su padre a que se quede en casa todo el día sin hacer nada. Ahora bien, para mí está muy claro que si no se trae un sueldo a casa no se está trabajando».
Confieso que en algunas ocasiones me quedo sin argumentos ante lógicas tan especiales, y esta es, sin lugar a dudas, una de ellas. ¿Ustedes lo entienden?
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