España
Tiempo de descuento
La tímida recuperación económica que se nos ha adelantado en el primer trimestre del año acabará con muy malas noticias después del verano.
Esta semana pasada han entrado en vigor las reformas procesales que en teoría deben servir para adaptar nuestros procedimientos judiciales al nuevo modelo de organización de la oficina judicial, para entendernos, cómo se hacen las cosas en nuestros juzgados. Ha pasado desapercibido para el gran público, lo cual es normal, teniendo en cuenta que lo que realmente pasa en nuestra justicia le interesa normalmente a menos de una décima parte de nuestra población. La Justicia española es tributaria de cuatro casos y de sus polémicas, a veces no muy importantes, pero con un marcado interés mediático. Lo realmente decepcionante para el que trabaja todo los días en nuestro sistema es observar cómo determinados casos y personajes son los que centran la atención de nuestra sociedad, y cómo se plantean reformas de forma precipitada al hilo y al calor de esos problemas, dejando para mejor ocasión la auténtica reforma de nuestro modelo. Lo peor es que algunos olvidan que un modelo de Justicia se convierte en sí mismo en un elemento activo que coadyuga al real progreso de una sociedad, mas allá de los casos que día a día resuelve. Se convierte en un factor que incide en las relaciones sociales de forma decisiva, y que por ejemplo en un momento como el actual, con una crisis económica tan dura como la que vivimos en España, puede servir para contribuir a generar seguridad jurídica en los mercados y animar nuestra lánguida economía. La cosa no es para tomársela a broma. La tímida recuperación económica que se nos ha adelantado en el primer trimestre del año acabará con muy malas noticias después del verano, ya se sabe y poco se está haciendo. El problema de nuestra Justicia es que lo que centra la atención son cuatro casos que al final se acaban convirtiendo en guiones para los programas más vistos en nuestra televisiones, tan alejados de la información y tan cercanos a la opinión de sainete y chascarrillo; y lo peor es que esto no sólo acapara la atención de nuestra sociedad, sino la preocupación de nuestros políticos. A los que nos dedicamos a esto sólo nos queda pedirles a los conductores de estos programas que por favor sigan presentándolos como lo que son, shows para sus estrellas opinantes. La verdad es que vivimos tiempos muy extraños. Imaginemos por un momento que un extraterrestre logra venir a la Tierra durante veinticuatro horas y tiene como misión hacer un informe de cómo se comporta la humanidad en la Tierra, teniendo para ello como única oportunidad estar durante este lapso de tiempo en nuestro planeta en un solo lugar elegido al azar, y ese lugar es España. Lo primero que haría es observar qué es lo que se ve en nuestra televisión, porque le han dicho que es fiel reflejo de una sociedad, y lo que ve es que la mañana comienza con un programa de información, al cual le sigue durante toda la mañana un programa de opinión con un poco de política y mucho corazón; a medio día se ve otro poco de información, al cual le sigue otro programa de opinión también con mucho corazón, después le sigue un programa concurso, otro poco de información, y para rematar el día otro programa de opinión sobre algún tema monográfico que suele centrar la atención pública por la popularidad de personaje al que afecta. Pero a su vez observa cómo las principales noticias se centran en una grave crisis económica que afecta a gran parte del mundo y a España en concreto; cómo los mercados tirarán ante cualquier noticia; cómo aparecen noticias tales como que una quinta parte de la población en situación de trabajar se encuentra en el paro. Parece que ha llegado el tiempo de tomarse las cosas en serio, y sobre todo de pensar en el futuro de las nuevas generaciones. A éstas, además de asegurares un futuro marcado por el respeto al medio ambiente, se les debe asegurar un futuro de seguridad en el empleo, una educación de verdad que les permita tener acceso a la cultura, que les permita ser más inteligentes que las generaciones pasadas. Cuando una sociedad está marcada por la mediocridad, por el imposibilismo, por la indolencia, por el cortoplacismo, por la relatividad, poco avanza. En España somos muy dados a encumbrar al mediocre, a darle popularidad a lo normal, no hace falta más que ver estos programas diarios, no se ensalza la excelencia, los valores, se eleva a categoría la medianería. Y mientras tanto, nuestra Justica sigue alimentándose en su percepción social de casos y personajes de sainete, dejando de lado las grandes hazañas, los grandes hechos, los de verdad grandes personajes. Como dice Ortega, «la historia del toreo está ligada a la de España, tanto que sin conocer la primera, resultará imposible comprender la segunda». El que no entiende de toros, no comprende a España.
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