Campaña electoral
OPINIÓN: Políticas del miedo
A día de hoy, la sociedad es un estado de miedo. Se piensa desde el miedo; se actúa desde el miedo; se hace política desde el miedo. No sucede nada en nuestro día a día que no esté coloreado con este sentimiento de vulnerabilidad que nos hace vivir en vísperas de la catástrofe. Las catástrofes naturales adquieren una repersusión sin precedentes; los atentados terroristas son concebidos a escala global para que no exista ni un solo rincón del planeta «en sombra»; la crisis ha reorientado las acciones de gobiernos y empresas hacia el objetivo de evitar la quiebra. La ramificación del miedo es ya tan extensa como incontrolable.
Lo peor del miedo es que es un estado que interesa mantener vivo. No faltan los manipuladores profesionales que, a costa de lo que sea, se aprovechan de la debilidad de sus interlocutores. Es lo que se conoce como «políticas del miedo». En un excelente ensayo, afirma Frank Furedi que «el término ‘‘políticas del miedo"contiene la implicación de que los políticos manipulan las ansiedades de la gente para conseguir sus objetivos». Más claro, imposible. La explotación del miedo de la ciudadanía es una estrategia que, por ejemplo, la izquierda española ha utilizado en democracia, con el único fin de generar una sensación de vértigo hacia el cambio. Sorprende, a este respecto, que, en su introducción a «Reacciona», José Luis Sampedro desacredite el sistema democrático español con el argumento de que «la mayoría acude a las urnas o se abstiene sin la previa información objetiva y la consiguiente reflexión crítica»; y digo que sorprende porque, precisamente, aquello en lo que se resume toda la crítica de izquierdas es en la advertencia: «¡Cuidado, que viene la derecha!»; proclama que se vislumbra perfecta a la hora de crear ciudadanos libres, críticos, maduros y exentos de miedo.
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