«Vicky el vikingo y el martillo de Thor»: El cuerno de la nostalgia

Claro que sobrevuela la nostalgia sobre los cuarentones para arriba cuando te topas con una cinta basada en las aventuras trapisóndicas del tierno «Vicky», aquel muchachito que se rascaba la nariz (otros prefieren exclamar «eureka») siempre que se le ocurría una idea, y eran tan buenas... Visto el éxito obtenido hace un par de años, los alemanes cogen de nuevo al toro, y los vikingos, por los cuernos con un ojo puesto en las taquillas navideñas y el otro en una ya muy posible tercera entrega para narrar esta vez cómo el niño debe tomar las riendas del poblado donde vive cuando su padre es secuestrado por Sven El Terrible para intentar rescatarlo. Entre mares picados, trastos de dioses legendarios y una «partenaire» femenina con muy malas pulgas, la película confirma que todavía es posible hacer cine para todos los públicos de manera honrosa y bastante apañadita. No hay más leña que la que arde ni nadie lo pretendía. Mientras, esos espectadores antedichos pueden que suspiren con añoranza al recordar aquellas meriendas de colacao y napolitanas pegados a un viejo televisor que ya no volverán. Por mucho que se empeñe Vicky.

Lo mejor:
se trata de un producto bastante digno para que toda la familia pase un buen rato junta
Lo peor:
la nostalgia que invade al público de cierta edad cuando recuerda la ternura del personaje animado