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Las últimas fotos por Francisco Martínez
Los Juegos Olímpicos llegan al final y son muchos los ejemplos que lo demuestran. Cuando la piscina cierra es síntoma de que acaba la primera semana. Cuando el estadio echa la llave, ya no hay marcha atrás. En él sólo queda celebrar la ceremonia de clausura. Cada vez hay más periodistas asiáticos dormidos por cualquier lugar, por cualquier sillón de cualquiera de las instalaciones y en cualquier posición. Debe de ser complicado lo que sufren por el cambio horario. Los miles de papeles consultados durante estas dos semanas se acumulan en la mochila sin ningún orden. Los móviles y las carteras sobreviven de milagro de tanto sacarlos y meterlos en los controles. Lo fácil hubiera sido perder algo, toquemos madera. Los minutos para hacer alguna compra empiezan a escasear. Los conductores siguen dando las mismas vueltas para ir a las competiciones, pero ya no se pierden, incluso han cogido demasiada confianza. Volviendo del Excel, donde se celebra el taekwondo, el autobús parecía a punto de despegar. Tampoco es eso, aunque mejor que el susto de la mañana, en el que un bus de dos plantas estuvo cerca de atropellar a un peatón despistado que cruzó con los cascos puestos y mirando al lado contrario de la carretera. Faltó un pelo. Los voluntarios hacen corrillos y en ellos se nota cierto tono de despedida. Se dan muchos abrazos. También entre la prensa hay una sensación parecida. Algunos apuran para hacerse una foto o picar por última vez al compañero de otro país por haberle «ganado» una medalla en el último momento. Algún deportista aprovecha la noche para disfrutar.
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