Feria de San Isidro
La justicia de los toros
He tenido la grata oportunidad de escuchar a Enrique Ponce hablando de lo que más sabe, los toros, y además de demostrar que se expresa fuera del coso con la misma brillantez que lo hace dentro. Me hizo reflexionar sobre la famosa frase de Ortega y Gasset, por más que un plumilla me la intente atribuir, en la que nos decía que era impensable estudiar la historia de España sin considerar las corridas de los toros. El maestro Ponce nos dijo algo importante, y es que a la pregunta de si no consideraba un anacronismo en la actualidad las corridas de toros, aseveraba que precisamente el mantenimiento de su liturgia y de su pasado en un mundo como el de hoy, es su mayor fortaleza. Hoy en día, vivimos un mundo en constante evolución, lo cual no hace esta época distinta de otra, pero lo diferente es la velocidad con la que se producen los cambios. Esto nos está sometiendo a una continua revisión de todo de forma constante y permanente, lo cual a algunos, les hace caer en una suerte de relatividad en la que todo vale. El mundo de los toros nos enfrenta a otra realidad y es que a veces lo tradicional no es sinónimo de inmovilismo, sino de ejercicio libre de valoración, que nos hace apostar por el mantenimiento de aquello que consideramos importante. Me hizo el discurso del Maestro pensar en los puntos de conexión de la tauromaquia y la justicia, de lo importante que es en la justicia el mantenimiento de unos valores, de una liturgia y de unas formas. Con ello se debería trasmitir al ciudadano que lo que ocurre en la Sala de justicia más insignificante de España es algo muy importante. Se debe mantener el rito, la forma, porque sin continente, el contenido (la tutela judicial) se diluye. Hace unos años, algunos relativistas comenzaron a intentar romper las formas y ritos de la justicia, cuestionado el uso de la toga, intentado sustituir el lenguaje rituario por el coloquial, esto es, intentado en suma acabar con la magia de la Administración de Justicia. Afortunadamente las formas y el rito han resistido y esperemos que sigan resistiendo. De los toros deberíamos copiar precisamente el respeto a la tradición, el respeto a lo establecido, la renuencia a cambiar sólo por el capricho de cambiar. Por ejemplo, la puntualidad que rige en el mundo de la Fiesta Nacional es un ejemplo de virtud. Unamuno, siempre en pleno debate con Ortega, decía que no le gustaban los toros porque se perdía mucho tiempo hablando de la fiesta, y esto explicaba la formación cultural de sus espectadores; es obvio que Unamuno explicaba con los toros la mala suerte de un pueblo que desde hace muchos años no apuesta por la cultura y la educación de sus ciudadanos, reniega de su idioma, el español, y convierte en anecdótico su pasado imperial. Un pueblo que no valora su idioma y su glorioso pasado es un pueblo condenado a estar permanentemente en la segunda división, y parece obvio que de esto no tienen culpa los toros. Cuando un juez se enfrenta a un conflicto importante y notorio, se siente ante la misma soledad que ese arrostrado torero frente a un enfurecido morlaco, rodeado de miles de espectadores dispuestos a valorar su faena; faena que, como en los toros, puede ser de aliño o de compromiso y entrega, esforzada o de trámite, ventajista o arriesgada y en el sitio o fuera del mismo. Las corridas de toros tienen unas fases muy similares a las de un procedimiento, comienza con el paseíllo, y se divide en tres fases o «tercios», así como dos suertes (de capote y de muleta). En el tercio de varas el objetivo es medir la bravura del toro y su disposición a la embestida, además de dosificar su fuerza para facilitar la posterior labor del matador; en la suerte de capote se mide la embestida del toro, su fuerza y disposición; en el tercio de banderillas se trata de avivar al animal; y finalmente en el tercio de muerte, tiene lugar el enfrentamiento del matador con el toro, con la suertes de muleta y la muerte con el estoque. En España para algunos hablar de toros y defender la Fiesta Nacional, es una suerte de conservadurismo, concepto positivo en el uso general, que cuando se aplica a la ideología política lo quieren convertir en un desvalor, hasta el punto que cuando pretenden descalificar lo convierten en superlativo con el termino ultraconservador, como si de un frigorífico se tratara. Por el contrario el valor más importante que trasmite del toreo es el del respeto, respeto al torero, a su faena y al toro. Cuando las cosas vienen mal, la gente mira alrededor y busca un líder, alguien en quien confiar, alguien que tenga valor y sepa torear y doblegar al destino.
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