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Norina de ida y vuelta por Gonzalo Alonso
En mi casa suena la música que deseo, menos cuando Norina, mi empleada de hogar desde hace un mes, viene a trabajar. Ella prefiere a Antony. ¡Quién me iba a decir que mi asistenta iba a tener algo en común con Mortier, que ha programado en el Real su «Vida y muerte de Marina Abramovic»! Viene ocho horas a la semana y la comparto con otras cinco casas.
El martes de la semana pasada tuve que utilizar un moscoso para ir a una oficina de la Seguridad Social a darla de alta. Habíamos quedado las seis familias que la empleamos. Uno por cada familia pedimos permiso en nuestros trabajos para cumplir con la Ley. Me pregunto si no le hubiera sido más rentable al país, con su enorme falta de competitividad, que en vez de ir seis a darle de alta hubiera ido ella, tal y como se hacía antes cuando se consideraba como empleada autónoma, que a fin de cuentas es lo que es. Así lo expusimos a un funcionario que se encogió de hombros, incluso cuando le advertimos que tendríamos que volver otra vez para presentar las altas de las empleadas de nuestros septuagenarios progenitores. Esta semana nos ha tocado a los seis pedir nuevos permisos para ir a nuestras respectivas mutualidades a cursar su parte de baja por enfermedad, porque sólo así recuperaremos lo que hemos de pagarle mientras esté con migraña. Aquí no hemos podido coincidir, con lo que el administrativo de turno no pudo disfrutar de un sexteto de «Lucia di Lammermmor» en la que la voz cantante la llevaba la soprano ausente, porque mi empleada, además, es soprano.
Desde su sofá nos ha llamado para corregir un punto de sus seis contratos laborales y para informarnos de cuándo se tomará sus vacaciones, así como que en cinco meses nos pedirá la liquidación porque se vuelve a su país. Evidentemente, ha debido escuchar en mi casa «Don Pasquale» y escenifica el papel que lleva su nombre. Dentro de medio año, a empezar con otra. Zapatero y Rajoy han resultado más liantes que Ernesto y Malatesta. Los seis cabezas de hogar esperamos un final feliz para esta mala opereta que nos atormenta como Norina al anciano rico, porque más que un abono al Real, vamos a tener que sacarnos un abono a la TGSS. Definitivamente, acabamos tan locos como Donizetti.
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