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Bilingüismo o trilingüismo por Carmen Gurruchaga
El pronunciamiento del TSJC enmienda la plana al Constitucional, y también al Supremo, que hasta en cinco ocasiones ha reiterado que la enseñanza en Cataluña ha de ser bilingüe en todo el sistema educativo autonómico. Pero en este caso, en lugar de entrar a ejecutar la sentencia del Supremo propone algo inconcebible y es que el Alto Tribunal interprete su propio auto cada vez que una familia haya emprendido un proceso judicial individual para que les sea reconocido el derecho constitucional a que sus hijos reciban una enseñanza bilingüe. Es una manera de no caer en el desacato y poner el balón nuevamente en el tejado del Supremo. Mientras tanto, el castellano será excluido de la enseñanza catalana hasta que el Alto Tribunal aclare aquello que el TSJ catalán no ha querido entender. Pero olvidemos que este dislate judicial por la enseñanza sucede en Cataluña y analicemos qué pensaríamos si nos enteramos de que el gobierno de una pequeña región, en cuyo país se habla uno de los idiomas más conocidos del mundo, rechaza incluir esta lengua en la enseñanza, para favorecer la inmersión lingüística en el habla regional. Es decir, que impone que sus alumnos sean monolingües en la lengua materna y, en todo caso, bilingües, pero con un idioma extranjero. Llegaríamos a la conclusión de que, en el mejor de los casos, los responsables de educación de ese territorio no son conscientes de que están perjudicando severamente a los educandos al impedirles ser bilingües o trilingües, pues está demostrado que apara un niño es fácil adquirir con naturalidad dos o tres lenguas. Entonces, ¿por qué privarle del aprendizaje de la del país al que pertenece? La explicación podría estar más relacionada con las vísceras que con la razón.
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