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Los dioses siguen estando locos
Director: Tarsem Singh. Intérpretes: Henry Cavill, Mickey Rourke, Freida Pinto, John Hurt y Stephen Dorff. Guión: C. Parlapanides y V. Parlapanides. USA, 2011. Duración: 110 min. Acción/fantástico
Viva la serie B, el gore, la sangre a mansalva, el caos reinante en un refulgente olimpo de los dioses (alguno de ellos, sí, está loco loco loco), los señores con falditas y cuerpazos de escándalo, el vino, las mujeres. Y qué decir del evidente derroche: en vestuario, con telas rutilantes y corazas soberbias, en efectos especiales (ciertamente esplendorosos), en los cheques encargados de convencer a las estrellas pasadas, y quizá, futuras para colaborar aquí... Como el cafre y pasota Mickey Rourque, que interpreta al rey Hiperión de manera gloriosa, el rostro otra vez deforme, obsesionado con poseer el arco de Epiro y llevarse por delante a media humanidad, aunque las razones, amigo, sean otra historia... Sobre Henry Cavill, apolíneo Teseo que intentará hacerle frente, no podemos decir lo mismo, dada la inexpresividad del todavía verde como una lechuga romana actor. Hablábamos de la descompensación entre el resultado final de esta acelerada, oscura y tenebrosa por momentos película, y los costes, o, lo que es lo mismo, sus con todo evidentes aspiraciones comerciales, aunque no se trate de un filme para todos los públicos. La explicación de tamaño enigma puede estribar en el hecho de que el director, Tarsem Singh (autor de las también recargadas «La celda» y «The fall. El sueño de Alejandría»), no puede ni quiere olvidar nunca sus raíces indias, de ahí la borrachera de color (atentos a los trajes-lámpara de las jóvenes videntes), de dorados y luchas coreografiadas que recuerdan los bailes de Bollywood aunque en trágico. Nadie puede, en resumidas cuentas, negar la espectacularidad de esta violenta película demasiado larga, eso sí, y pretensiones encontradas. De sonido atronador (en cien años, y por culpa de estos sistemas acústicos cinematográficos, todos sordos), en ocasiones la digitalización enseña demasiado los dientes, lo que aporta a estos «Immortals» una pátina de falsedad, de epatante videojuego, demasiado notoria. Qué más da, podría contestarnos Singh, si los cuentos, como aquella «300» de mayor envergadura sin embargo, cuentos son. Pero si tienen brillos y oropeles eso salimos ganando.
lo mejor:
su coqueteo descarado con la serie B, aunque sea una cinta con altas pretensiones comerciales
lo peor:
un desigual reparto, desde el siempre salvaje y efectivo Rourke a un soso pero macizo Cavill
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