Delta del Ebro

Los ríos troceados por Luis del Val

La Razón
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El barro no está en la orilla del mar, sino en la orilla de los ríos, y un impulso eléctrico creó el primer aminoácido que dio origen a la vida, o un impulso divino tomó el barro y creó al hombre. Si las mitologías de los egipcios conceden a los ríos la capacidad de la vida, la tradición semítica nos habla de lo mismo. Y, si la mitología griega pone el acento de la juventud y la muerte en los ríos, las religiones nacidas entre el Tigris y el Eúfrates nos han legado el respeto a los ríos y el carácter lustral y renovador del agua, bajo la forma de diferentes bautismos ...hasta que llegó el Estado de las autonomías, y España troceó los ríos como si no fueran un todo desde el manantial del nacimiento hasta la desembocadura, e incluso la racionalidad de las cuencas hidrológicas fue sustituida por un sentimiento patrimonial de zona. Hasta apareció un ilustre estulto, con alto cargo en el Ministerio de Fomento, que descubrió con horror que los ríos desembocaban agua en el mar, y casi propone una enmienda a la totalidad de la Naturaleza para que llegaran completamente secos. Y, además, al lado de los que se creyeron propietarios de su trozo de río estaban los que, sin tener agua, crearon cultivos y construyeron un plan de urbanizaciones turísticas, sin acordarse de que las plantas necesitan riego y los turistas, además del sol y del agua del mar, precisan del agua dulce para la limpieza personal y el aseo de las casas. Y comenzaron a pedirse trasvases como el que pide un AVE para que pase por la puerta de su casa.

En el último Consejo de Ministros se procedió a corregir una parte del dislate, una pequeña parte, pero falta todavía mucho. Falta una gran Ley de Aguas consensuada, y un estudio de límites de cauces mínimos que dejen de poner en peligro, por ejemplo, el Delta del Ebro, que puede disiparse y originar un desastre en esa parte del Mediterráneo, donde desaparecería incluso la pesca. Falta la vigilancia de dejar el cauce en las mismas condiciones en las que se tomó, a su paso por las poblaciones, y un plan de modernización de acequias, porque el 80% del agua que gastamos va a parar a los riegos, incluidos esos campos de golf ruinosos e innecesarios que se crearon para especular con las viviendas construidas en su seno, y que siguen gastando agua innecesaria. Falta la conciencia de que más de la mitad sur de esta península y buena parte del nordeste es seca y árida, y debemos cuidar del agua como si fuera nuestro petróleo. Y falta una inversión sistemática y continuada para riego por goteo, porque el agua dedicada a la agricultura tiene un precio político que pagamos entre todos los contribuyentes, y sabemos que lo tenemos que abonar, pero cuanto menor sea el porcentaje, mejor para todos.

El río es también fiesta, alto en el camino, refresco de romeros, frontera y hermanamiento, separación y vínculo. Lo podemos domesticar, encauzar, canalizar, embalsar y llenarlo de azudes, pero no le podemos arrebatar su carácter intrínseco y natural, porque de la misma manera que no se pueden poner puertas al campo, resultó ridículo colocar aduanas en los cauces de los ríos.