Argentina
Kazajstán Eurasia por Ramón TAMAMES
El conocimiento del mundo en que vivimos resulta indispensable, por los muchos avatares de la vida; y por ello debemos impulsarlo en el ámbito de la educación, para que «nada de nuestros conciudadanos del resto del orbe, cualquiera que sea su país de origen, nos sea ajeno». Una expresión, la entrecomillada, que parafrasea la sentencia atribuida a Terencio, el ilustre prócer romano del segundo siglo antes de nuestra Era; quien ya tenía bien clara la importancia del conocimiento recíproco.
En ese contexto, me referiré hoy a un país que todavía no es muy conocido por los españoles, Kazajstán. Que al modo de nuestros años escolares, «limita al Norte con Rusia, al Este con China, al Sur con Turkmenistán, Uzbekistán y Kirguistán, y al Oeste con el Mar Caspio», y que consiguió su independencia en 1991, al desintegrarse la URSS. Por su extensión, 2,75 millones de Km2 (el tamaño de Argentina), es como cinco veces y media España, ocupando el centro de Eurasia; un concepto geo-político muy fructífero, contra la idea general de que entre Europa y China no hay nada; o que entre Turquía y la India no hay más que países de islamismos problemáticos como Irán, Afganistán y Pakistán.
Kazajstán cuenta con grandes riquezas energéticas –petróleo, gas natural y carbón–, y de metales (cobre, plomo, zinc, etc.); y además, posee una agricultura considerable, exportadora de cereales, con zonas de irrigación al sur, de grandes potencialidades agropecuarias. La escasa población (16,5 millones de habitantes) no será óbice para que prosiga el desarrollo kasako, en un mundo como el actual: ansioso de materias primas y energía. Sobre todo, en la vecindad de China e India, los BRICs más importantes y los que crecen con mayor rapidez.
Pero sobre todo, para los españoles, Kazajstán es un país amigo, transitado por nuestro Talgo, con una veintena de empresas de por aquí invirtiendo allá. Todo un escenario a conocer mucho mejor.
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