Estados Unidos

Nuevos republicanos

La Razón
La RazónLa Razón

Está naciendo una estrella. Hasta ahora el Partido Republicano no contaba con posibles candidatos para las elecciones presidenciales de 2012, y sobre todo de 2016, salvo Sarah Palin. El panorama está cambiando con la irrupción de Marco Rubio, el joven aspirante a senador por Florida. Nacido en 1971, tiene ahora 39 años. Es hijo de inmigrantes cubanos. Al llegar a Estados Unidos, su padre trabajó de camarero y su madre de limpiadora. Está casado, tiene cuatro hijos, es católico y habla, cómo no, español. Simpático, rápido, atractivo, sin el envaramiento de Obama y con experiencia política en su Estado, encarna como pocos la renovación que el movimiento del Tea Party ha traído a la derecha (liberal y conservadora) norteamericana.
Cuando Rubio decidió presentarse en Florida, el Partido Republicano tenía un candidato oficial, Charlie Crist. Las primarias abiertas dieron la victoria a Rubio, lo que obligaba a su adversario a retirarse. Crist lo hizo, pero decidió presentarse como independiente. (En Alaska ha ocurrido algo parecido con la veterana senadora Lisa Murkowski: al ser derrotada en las primarias por el candidato del Tea Party, también se ha presentado, aunque de una forma muy americana, como candidata «write-in», es decir sin oficializar la candidatura.) Es la rebelión de las élites, algo que no han hecho los candidatos del Tea Party, que se han integrado en el Partido Republicano sin constituir un tercer partido ni presentarse por su cuenta.
El Tea Party ha corroborado así su naturaleza de movimiento ciudadano… venido a salvar a los republicanos. Hace dos años el republicanismo estaba exhausto, fragmentado, roto. Al fin y al cabo, las élites republicanas llevaban en el poder varias décadas, desde los años 70. Lo que no parece estar agotado, en cambio, son las ideas y los principios. La naturaleza democrática y conservadora de Estados Unidos, el gobierno limitado y la libertad de las personas, la idea de que la democracia no autoriza el cambio social… Son convicciones que han vuelto a primer plano gracias a esta movilización espontánea.
Como es un movimiento popular –y populista, es decir «antiestablishment», lo que también constituye una tradición norteamericana, tanto de izquierdas como de derechas– hay en él elementos sumamente pintorescos. Ahora bien, el segundo efecto del Tea Party será volver a moderar la escena política. Todo indica que los demócratas, a través de Bill Clinton, han pedido al candidato de su propio partido en Florida que se retire a favor del antiguo adversario de Marco Rubio: los demócratas, según esto, se habrían hecho republicanos. Obama, que llegó a la Casa Blanca impulsado por la misma ola izquierdista que ha llevado al fracaso al Partido Demócrata desde los años 70, tendrá que sentarse a negociar. Marco Rubio representa bien una nueva Norteamérica, plural y diversa, pero respetuosa con los antiguos principios que hicieron grande al país. Mucho más centrado y centrista, muy «reaganiano», con su herencia española y su renovado sueño americano, Marco Rubio puede abrir un nuevo capítulo de la historia política de Estados Unidos.