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Cuestión de huevos por Ángela Vallvey

La Razón
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Dicen que el precio de los huevos ha subido un 50% desde enero, que se ha duplicado en un año y que eso es «culpa» de la directiva europea sobre Bienestar Animal que obliga a que las jaulas que alojan a estos bichos sean más espaciosas. He oído críticas respecto a esa normativa, y todo tipo de pitorreos al respecto. No me voy a sumar a ellos. Por primera vez en mi vida siento que pertenecer a la Unión Europea es «bueno» para algo. Apoyo la medida con entusiasmo. Llevo años incorporándome a las voces de quienes claman contra los métodos de cría, engorde y explotación de las aves de corral, víctimas como ningún ser vivo contemporáneo de la voracidad alimentaria de la humanidad y sus métodos de producción masiva.

De las vacas locas, a las que convirtieron en caníbales para ahorrar en su alimentación, a la última pandemia conocida de origen animal (y no tenemos ni idea de lo que ocurra al respecto en Asia y tantas otras regiones del mundo), el ser humano mantiene una relación muy problemática con la carne en estos tiempos de producción ultramasiva, cuando menos hambre azota al mundo y mayor número de estómagos anhelantes desean ser saciados a precio súper-barato. Nunca habían respirado tantos seres humanos sobre la Tierra, y jamás en la historia tantos habíamos podido comer como ahora. Es la era del «Low Cost» alimentario. Pero la «democratización» del consumo de cualquier producto siempre tiene sus terribles daños colaterales, verbigracia: en el caso del textil, el uso de mano de obra esclava. Hemos condenado a las aves de corral a los carniceros campos de concentración del beneficio. Maltratadas y drogadas: así las devoramos. Porque somos lo que comemos.