Ayamonte
Costa de la Luz: el litoral virgen del Atlántico
Entre Tarifa y la desembocadura del río Guadiana, frontera natural con Portugal, 300 kilómetros de playas de dunas salpicadas de plantas autóctonas dan forma a la Costa de la Luz.
Dicen que a buen entendedor, pocas palabras bastan. Pero es que en este caso no hay hueco para muchas dudas. El apelativo de Costa de la Luz pone en evidencia que el litoral de Andalucía que baña el inmenso océano Atlántico goza de una luminosidad difícilmente comparable a cualquier otro rincón de la Península. Tan sólo hacen falta cinco minutos sentados junto al mar para entenderlo. Más aún si escogemos ese precioso momento en el que la decadencia del sol se hace inmensa. La estampa es inolvidable. Rojos intensos que se convierten en naranjas, azules claros que van oscureciendo con el paso de los minutos, violáceos que dominan el horizonte...
Desde la desembocadura del río Guadiana en el Atlántico –frontera natural con nuestro vecino Portugal– hasta Tarifa, la punta más meridional de Europa, se extienden 300 kilómetros de playas de arena fina y dorada que reciben el calificativo de Costa de la Luz. Pero no son unas playas al uso, pues la fuerza de la naturaleza sigue dominando, en la mayoría de los casos, la impronta del hombre, regalando al viajero playas vírgenes formadas por interminables dunas salpicadas de plantas autóctonas y escoltadas, en algunos puntos, por altos pinares.
Entre las provincias de Huelva y Cádiz, la costa andaluza más desconocida hace las delicias de aquel que busca descanso, pero también del que llega con ansias de naturaleza y de una buena dosis de aventura.
Destino internacionalmente conocido para los amantes del surf, la playa de Tarifa es de obligada visita. Aunque no nos atrevamos a subirnos a lomos de una tabla, merece la pena pararse a contemplar el colorido devenir de las cometas que bailan en el cielo al son de los potentes vientos de Levante y Poniente.
La ruta hacia el oeste nos lleva hasta la localidad de Barbate. Desde ella, Los Caños de Meca y Zahara de los Atunes, pequeños pueblos de tradición pesquera, son de esos últimos paraísos perdidos frente al mar que no hay que perderse. Más al interior, encumbrado sobre una colina, Vejer de la Frontera se presenta como el típico pueblo gaditano, encalado de blanco de arriba abajo y vestido de flores que cuelgan de patios y ventanas. En sus calles, el trotamundos todavía puede toparse con el saber hacer de artesanos que mantienen intacto su oficio.
En Conil y Chiclana de la Frontera, pueblos de arraigada esencia marinera, hay que hacer un alto en el camino para sentarse en un buen chiringuito frente al mar. El pescado fresco, sobre todo el atún rojo, es el gran protagonista de la mesa. Pero lo de comer bien y celebrarlo con un chapuzón también es sencillo en otras localidades próximas, como Chipiona, Rota o el Puerto de Santa María, sin pasar por alto, por supuesto, la capital. Y ya que estamos en Cádiz, no hay que olvidar la historia, pues los 3.000 años de vida de la llamada «tacita de plata» quedan reflejadas en un imponente casco histórico que merece un relajado paseo. El chapuzón de después, en la famosa playa de La Victoria, pone el broche de oro.
Mosaico de ecosistemas
Pero la Costa de la Luz no es sólo playa. Por esta esquina de la Península, en la provincia de Huelva, la naturaleza cobra una importancia sublime en forma del Parque Nacional de Doñana, en la margen derecha de la desembocadura del Guadalquivir. Mosaico de ecosistemas, la diversidad de ambientes da lugar a una riqueza ecológica única en la que el viajero puede contemplar la belleza de las marismas y de las dunas vivas. Y al levantar la cabeza, el vuelo pausado de las cigüeñas atrapará todas las miradas.
Si el cuerpo pide deporte, llega el momento de calzarse las botas y hacer una ruta por el interior. Los apasionados del mar, por su parte, tienen un elevado número de puertos deportivos en los que lanzarse a la aventura de navegar a vela, pescar o practicar kayak.
A un paso de la frontera portuguesa, las localidades de Ayamonte, Isla Cristina, Punta Umbría y Matalascañas regalan al viajero un Atlántico algo más calmado, perfecto para viajar con niños. Aunque por aquí el recuerdo que se graba en la retina es el de la naturaleza en estado puro que crea la desembocadura del Guadiana. La foto es de las que hay que enmarcar.
>> Cómo llegar. La aerolínea Iberia une la capital española con la localidad gaditana de Jerez de la Frontera. Además, las conexiones por carretera hasta Cádiz y Huelva son muy buenas.
>> Qué comer. Sería un pecado visitar la Costa de la Luz y no llevarse a la boca un buen pescado fresco o regalarse una mariscada. Su sabor es inconfundible.
>> Más información. En la web www.andalucia.org.
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