Sindicatos
Huelga por imagen
La huelga puede esperar. Incluso puede ser después del verano porque las protestas no tienen fecha de caducidad. Los sindicatos anuncian, a bombo y platillo, la huelga general. Y los ciudadanos los miran desde la distancia con un marcado desapego. Ya no son aquellos sindicatos de clase. Ahora miran por sus intereses y después de apoyar la política económica del gobierno y recibir millones de euros en subvenciones, tienen que guardar las formas y salvar su maltrecha imagen. ¿Para qué una huelga general? La reforma laboral es imprescindible. Lo sabemos todos, también los sindicatos, pero el estatus puede con las necesidades. Y es la hora de los liberados. Son los que tienen que moverse para que el 29 de septiembre no hagan el ridículo. Sólo les vale el éxito que no se lee de otra manera que la de un país paralizado.Y volverán los mal llamados piquetes informativos, y los cánticos contra la patronal y seguro que contra la derecha. Al Gobierno poca leña, que son de los nuestros, pensaran en UGT. Igualita que la huelga general que le hicieron al Partido Popular con el actual presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, tras las pancartas porque consideraba inadmisibles ciertos recortes sociales, o como la que le hicieron a Felipe González. Pero, insisto, es el momento de los 20.000 liberados sindicales en las administraciones públicas y los 4.000 en las privadas. Y de las preguntas en la calle sobre el gasto real de los sindicatos, o los ingresos por afiliados, o las subvenciones. Los sindicatos tienen su papel pero en ningún caso el que se adjudican. Se han quedado anticuados.
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