Iglesia Católica
Gerardo del Pozo: «Se quiso ir al centro de la fe y de las preguntas del hombre»
MADRID- A sus 50 años, el Concilio Vaticano II tiene aún mucho recorrido por delante, según el decano de teología de la Universidad Teológica San Dámaso de Madrid.
–¿Qué significó el Concilio?
–Fue una vuelta al centro de la fe. Buscaba hacer vivir con más vitalidad la Palabra de Dios. También representó una mayor importancia de la liturgia, no como mera práctica, sino como presencia del Misterio de Dios.
–Hay quien dice que en la nueva liturgia se perdió parte de ese Misterio.
–Es indudable que hubo muchos abusos litúrgicos. En los años 70, por ejemplo, muchos entendieron que «participar» significaba «intervenir»: que cada persona hiciese «cosas» en misa. Pero participar es adherirse, mantener el sentido del Misterio, la dignidad, los silencios. La liturgia no es algo que la Iglesia haya planeado con criterios humanos, sino algo que se ha ido desarrollando al cumplir el mandato de Jesús, que en su Última Cena dijo: «Haced esto en memoria mía».
–Otros piden más reformas a la Iglesia.
–Muchos hablan del «aggiornamiento» que mencionaba Juan XXIII, pero él no pedía que la Iglesia se sometiese al mundo moderno o a la Ilustración. Pedía una actitud dialogante, eso sí, para presentar el Evangelio más claro, según las preguntas profundas del hombre de su tiempo.
–Se habló de la salvación de los no cristianos.
–El Concilio no cambió la doctrina católica, que siempre ha enseñado que Cristo murió por todos los hombres. Mostró la belleza y universalidad de lo cristiano. La Iglesia nunca ha enseñado que sea seguro que los paganos se condenen. Ha ido tomando conciencia de que los no bautizados pueden recibir gracia salvadora de Dios, aunque no sepamos el modo exacto.
✕
Accede a tu cuenta para comentar