Andalucía

Arquímedes y la izquierda

La Razón
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Arquímedes de Siracusa, que era un griego de los que no trampeaban las cuentas, formuló un principio científico que de aplicarlo a las manifestaciones sindicales y estudiantiles de estos días lo enunciaría así: «Cuando la izquierda se sumerge en la oposición, el empuje que ejerce sobre la calle es igual al peso del poder perdido». Es matemático: en cuanto el PSOE sale del Gobierno, las calles se calientan y ese magma que bulle a su siniestra se despereza de la siesta para salvarnos del capitalismo. Sindicalistas, «indignados», actores cejijuntos, amigos de Garzón, feministas a tiempo completo y pacifistas a tiempo parcial, intelectuales orgánicos, coros y danzas mediáticos, «okupas», antiglobalizadores, asociaciones y ONG en espera de subvención, nacionalistas radicales y neocomunistas han empezado a calentar por la banda con hambre atrasada. Reducidos a la irrelevancia parlamentaria por la mayoría absoluta de Rajoy, quieren ganar en la calle incendiada lo que de forma democrática pierden en el Congreso. Si Rubalcaba fuera consecuente con su promesa de ejercer una oposición útil y constructiva, debería mantener las distancias con esas amistades peligrosas, pero es muy improbable. El PSOE ha sido arrojado por los ciudadanos al extrarradio del poder, no tiene vara de mando en casi ningún ayuntamiento relevante, ha sido laminado en todas las autonomías y aguarda como un toro humillado la puntilla final en Andalucía. En esta situación de ruina y derribo, Rubalcaba se agarra como un náugrafo a la tabla de los sindicatos y no tardará en enarbolar la bandera laboral para convocar a todas las tribus de la izquierdona asilvestrada. Si el «No a la guerra» galvanizó la oposición a Aznar, el «No a la reforma laboral» será el grito de guerra contra Rajoy. Y no terminará el año sin que le convoquen la primera huelga general, que es el intento de suplantar la ley del Parlamento por la ley de la calle.