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Un actor que se crece por Sergi Sánchez

La Razón
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Martin Scorsese, Francis Ford Coppola, Oliver Stone, Stanley Kubrick, Steven Spielberg, Brian de Palma, John Woo, Ridley Scott, Paul Thomas Anderson y Michael Mann. Haciendo repaso, no puede decirse que Tom Cruise haya perdido el tiempo. No es sólo que su estatus de estrella le haya permitido escoger a los mejores cineastas a su alrededor, es que los ha utilizado para crecer como actor, o al menos para separarse de la imagen de guaperas del «brat pack» del que formó parte en los ochenta.

«Utilizar» es la palabra: detrás de la pantalla con que ha protegido celosamente su vida privada –si exceptuamos sus saltos sobre el sofá en el programa de Oprah Winfrey–, parte de la filmografía de Cruise le ha servido para exponerse al público, o para explicarse a sí mismo a partir de las máscaras de sus personajes. Pienso en el agresivo predicador de «Magnolia» o en el marido propenso a pasear por el lado oscuro de la vida en «Eyes Wide Shut»: Cruise nunca ha estado más convincente que en estas arriesgadas sesiones de «striptease» emocional que pocos actores de su generación se habrían atrevido a abordar de forma tan sincera y honesta.
Sergi Sánchez