La gran escena de «Gudonov» por Gonzalo ALONSO

El Palau de les Arts valenciano se ha anticipado un año a Madrid inaugurando esta temporada con «Boris Godunov». En la representación ha sobresalido una producción escénica –coproducción de Valencia con Turín y Bari– que puede calificarse con nota de sobresaliente, mientras que la musical y el nivel canoro han mantenido una corrección de aprobado alto. Al joven bajo Orlin Anastassov, muy apreciado hoy día, le falta profundidad psicológica para triunfar como Boris y la voz no acaba de proyectarse con contundencia. De ahí que, inteligentemente, se refugiase en resaltar las debilidades del carácter del personaje. Tampoco Alexander Morozov posee la gravedad vocal deseable para Pimen. Hace bien el Palau en tener habituales como Vladimir Matorin, buen Varlaam. En el polo opuesto está Konstantin Pluzhnikov, flojo como Shuisky. El resto del reparto cumplió más que dignamente.

Los jóvenes batutas
Sustituir a Lorin Maazel, el director vivo más técnico, no es tarea fácil y Omer Meier Wellber apenas tiene treinta años. Debería por ello poner toda la carne en el asador y prepararse mejor. Cualidades tiene, pues superó la prueba de mantener controlada esta partitura tan compleja. Sin embargo, controlar y marcar no es ni todo ni suficiente. Hay que implicarse, profundizar y extraer emociones.
Esto no lo hizo, como no lo hacen la mayoría de los jóvenes renombrados –Harding, Dudamel...– que simplemente «fichan» en sus actuaciones en primeros teatros. La representación subió muchos enteros por la dirección escénica de Andrei Konchalovski, quien no sólo demuestra conocer las profundidades de esta partitura, sino también las reglas teatrales. Con un escenario minimalista y un buen vestuario, se aplica en movimientos bien estudiados, especialmente los del coro, lo que resulta definitivo puesto que el pueblo ruso es el protagonista de la ópera.