Megalópolis

Hay ciudades que crecen en vertical desafiando el horizonte. Los rascacielos neoyorquinos nos guiñan sus luces desde la galería Álvaro Alcázar, donde la madrileña Chus García-Fraile expone obras de gran formato en las que Manhattan aparece como símbolo de la ciudad actual, una muestra con una pregunta implícita cuya respuesta está en los cimientos arquitectónicos de la sociedad contemporánea. García-Fraile propone la reflexión sobre las dinámicas que esta forma de vida genera, como haría Federico García Lorca en «Poeta en Nueva York», pero sin imponer juicios cerrados ni críticas explícitas, si Lorca arremete contra la deshumanización de la sociedad y la alienación del ser humano, Chus intenta dialogar con el espectador en cuanto a sus inquietudes en torno al hombre y la sociedad, animando a la meditación. La artista dirige su atención a lo cotidiano en un discurso en torno a los valores sociales a partir de un escenario que no nos es ajeno, porque todos conocemos Nueva York, aunque sea en su versión cinematográfica.

Sus cuadros al óleo o dibujos a carboncillo sobre papel se desarrollan con una técnica impecable que nos acerca a la imagen digital sin llegar al hiperrealismo. Una narración descriptiva y realista que revisa una sociedad de consumo donde se ha mitificado o desvirtuado el bienestar como ideal máximo. Sombríos dibujos que nos remiten a ciudades fábricas cuyo funcionamiento continuo nos recuerda aquella canción de Frank Sinatra «New York, New York» – la ciudad que nunca duerme– donde la oferta y la demanda se devoran mutuamente como engranaje de la sociedad.

Esta Megalópolis forma una gran red de la que es difícil escapar, anónima y anacrónica por el urbanismo, donde cada individuo busca su integración personal. Una ciudad que sin duda tiene el poder de atrapar con su encanto.