Diseñadores

Tiñes

 
 larazon

Me han regalado una maravillosa caja de lápices. No sé dibujar, pero de siempre me han gustado las cajas de lápices de colores. Ésta contiene 120 lápices «Caran D'Ache». Del naranja amarillento al berenjena, pasando por toda la gama de rojos, hay más de treinta colores diferentes. Los mismos que hay en las cabezas de las mujeres que se tiñen de rojo el pelo. ¿Quién las ha engañado? Producen un inmediato repelús.

Se sabe que muchas rubias no son rubias y que bastantes castañas son morenas. Se tiñen porque les apetece cambiar de imagen, o para ocultar las canas, o porque están cansadas de su tono natural. Pero no hieren a nadie. Adaptan sus cambios a los tonos de la naturaleza. Pero esos naranjas violentos, esos rosas pre-carmesíes y esos rojos incendiarios no admiten ni un breve impulso de amnistía. Y menos aún, cuando complementan el teñido del cabello en la cocorota con el teñido en las zonas más comprometidas. Me lo comentó mi amigo Juan Pílvarez, eminente seductor, después de compartir lecho y fornicio con una mujer teñida de rojo. «Es como acostarse con una cajetilla de "Marlboro"».

La desesperante moda del pelo rojo –o de sus aledaños– proviene del progresismo barato. Desean destacar. Sus portadoras acostumbran a ser unos coñazos con ánimo de trascendentes. Se le aplica al gran Paco Umbral, pero el creador de la escena fue Chumy Chúmez, que a su vez se la contó a Umbral y éste la inmortalizó con su talento. Estas mujeres que se tiñen de rojo son, en un 98%, progres con pretensión de hondura. Estamos en un cuarto cualquiera de una pareja, estable o no, de progres con pretensión de hondura. Él espera en la cama leyendo «El país». Ella se desnuda mientras no para de hablar. Sus palabras se ajustan a la trascendencia. Cuando la chica de pelo colorado se quita las bragas, se dirije al maromo y le regala este comentario «ad hoc»: «Estoy muy preocupada con el tema palestino». Y se adentra en la cama.

El hombre del siglo XX y XXI no está lo suficientemente aleccionado para amar a mujeres teñidas de colorado. Siempre hay algo que falla en la orgasmía cuando se comparte la pasión con unos ojos, una nariz y una boca que surjen de una plantación de tomates. Hay hombres que también se tiñen de rojo. Se ven en los desfiles del Orgullo Gay, pero son más difíciles de hallar en circunstancias cotidianas. El ridículo está al alcance de cualquiera. Pero el ridículo con el pelo rojo es casi exclusivo del retroprogresismo trasnochado y sucio. Lo más conveniente, en caso de toparse con una persona teñida de tal guisa, es la huida a la carrera o el cambio inmediato de acera con el semáforo en rojo para los peatones. Mejor ser atropellado que humillado por la fealdad.