Sevilla
El discurso del Rey
Hay quien sostiene que para que Zapatero recibiese el testigo del PSOE en el 35 Congreso fue determinante su discurso ante la asamblea de delegados. Positivo, ilusionante, bien armado. «No estamos tan mal…», aventuró, como si tuviera enfrente la bola de cristal en la que observar los despojos de su futura herencia. Hoy en Sevilla, una década después, también hay quien considera que en función de la orientación de los discursos, y específicamente el de Rubalcaba, puede cerrarse el recuento final. Si el compromiso del cántabro pasa por echarse la marca PSOE a la espalda, sacarlo de la ITV, ponerlo a punto para una nueva competición con el mejor piloto, ganará. Si lo que desea es relamerse el ego y fijarse un nuevo horizonte con él como ariete electoral, se complicará la vida. La duda, la ambigüedad, el silencio, juega a la contra. Si tartamudea, su película tendrá final infeliz. Será otro el título: «El rey pasmao». Chacón llega con una imagen aparentemente renovada, joven, almeriense, antinacionalista, brazos en alto, arengas ideológicas; una Pasionaria del siglo XXI. Una nueva mujer para la historia. Llega con el apoyo preferente y camuflado de Cataluña y, gracias a ella y de su Estatut, con la adhesión de una parte de esa nueva «realidad nacional» llamada Andalucía. Griñán decanta su neutralidad activa en favor de Chacón, como si la lozanía de la catalana fuera el detergente milagro con el que arreglar su colada de marzo. Se equivoca. Si el PSOE o el PP andaluces hubieren deseado una imagen de renovación bastaría con haber contratado una moto con sidecar en la que Arenas y Griñán hubieren recorrido nuevos mundos. El día en que Pepe Griñán ofreció Sevilla, en la antesala de las autonómicas, como sede del Congreso Federal del PSOE tal vez no estuvo fino. O sí? Pase lo que pase hoy en la tierra de Curro Jiménez, con la confederación de escombros del PSOE echada al monte, el PP debe tener cuidado con profanar este cementerio. Sus adversarios no son solo los socialistas, sino los millones de ciudadanos, cada vez más, abrazados a la desesperanza. Por tanto, sea San Antón o la Purísima, respeto. Con la herencia recibida como soniquete de fondo no se come más de media legislatura.
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