Literatura
Medardo Fraile a golpes con los cuentos
«Un cuento, o es honesto o no es nada». Si una novela es un pulso, o un tira y afloja, con el cuento hay que citarse en un callejón oscuro. «Hay que pegarle una paliza, narrar lo que hay que contar y que no sobre ni una palabra hasta que sale una verdad que se intuye», dice el maestro de los cuentistas de la segunda mitad del siglo, Medardo Fraile.
«En el cuento hay que ser sobrio y claro, no puedes permitir que el lector dude. Hay que agarrarlo y luchar. Con las palabras justas». Sobrado de fuerzas, Fraile lleva «casi doscientos» cuentos contados con los que se incluyen en «Antes del futuro imperfecto», su último libro.
Viaje al desencanto
En el relato corto «no se hace propaganda de nada, ni de que vivimos en un paraíso ni en un estercolero como se puede hacer en la novela. Hay manga ancha y eso acaba pasando siempre». En los puños ceñidos de la camisa de Fraile no caben ases, sólo un punto de partida: la experiencia. De eso trata el libro, que recoge algunos cuentos ya publicados y otros inéditos en el viaje «del encanto al desencanto». «La infancia es el sueño. En el instituto se aprende el dogma, y en la universidad, la duda. Y luego, muy poca gente logra ser lo que quiere, a veces por culpa del país, o de los demás, de la envidia, de cosas desagradables que no deberían existir», explica. El libro divide los relatos antes y después del futuro que siempre se tuerce, «pero sin intenciones oscurantistas. Intento escribir con humor porque el humor es comprender la vida», asegura.
Hay poco de su labor docente –«he dado como mil clases en instituto y universidad»– y menos de su experiencia de alumno. «Parto de un hecho, pero siempre se transforma. Una vez yo quería escribir de una mudanza que viví muy pequeño, porque me parecía interesante: me metieron en el camión con los muebles. Pero acabó saliendo otra cosa, el cuento ‘‘El sillón''», recuerda.
Ahora el cuento es un género al alza, pero, ¿por qué empezó? «Empecé en el teatro con el grupo ‘‘Arte nuevo'', con el que tuvimos mucho éxito. Pero a mí la gente del teatro no me gustaba. Era hipócrita, muy preciosista, dados a la pose de bohemio, a llevar el pelo bien. No eran de fiar. Yo era más epicúreo y dije: ‘‘Me marcho a mi casa a escribir cosas''. Y eso hice. Escribí cuentos y resulta que ahora soy cuentista. Me gusta».
✕
Accede a tu cuenta para comentar