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Independencia a costa de España por Jesús Fonseca
E s lo que va a pasar, por mucho que algunos no quieran reconocerlo, víctimas de una confusión programada: Cataluña proclamará su independencia más pronto que tarde. Para ello, avanzará decididamente y retrocederá inmediatamente, según convenga. Y para que la simulación sea eficaz, redoblarán las campanas victimistas. ¿Alguien lo duda a estas alturas del paseo? «Lo sabemos, Señor, lo sabemos y seguimos contigo caminando», como acostumbran a cantar, semana tras semana, los fieles que acuden a cumplir con el precepto dominical a la Sagrada Familia, en la Capital Condal o al Buen Pastor, en la capital donostiarra. Sí, el fervor nacionalista está ganando el pulso, con su estrategia de falsificar lo auténtico. Y conviene saberlo. Como conviene también no olvidar que, paso adelante, paso atrás, van las Vascongadas, por más que los impulsos sean distintos. El desafío secesionista está cada vez más cerca de alcanzar sus últimos objetivos. Pero es una constante de la irremediable índole hispánica ver las cosas cuando ya es demasiado tarde. El primer paso es el independentismo fiscal. El resto vendrá por añadidura. Al Muy Honorable Artur Mas se la trae al pairo que Europa y sus estados miembros caminen hacia la unión en lo político y, sobre todo, en lo fiscal. Él prefiere levantar fronteras.
Convergencia Democrática de Cataluña ha optado ya, claramente, por el separatismo. ¿Cómo hacer frente a este desafío? No tengo la respuesta. Pero creo que no nos podemos permitir la ruptura entre españoles. El precio económico, social y de convivencia sería devastador. Ríanse ustedes de la pavorosa crisis que nos zarandea, al lado de lo que esto supondría. Nada haría más daño a los derechos y libertades efectivas de todos nosotros. A lo que nos sostiene y estimula.
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