Bruselas
Sensatez
La dirección del PP ha decidido aprovechar este verano para trabajar en un programa electoral que le dé la mayoría absoluta y que no se pase ni de duro ni de blando; que se aleje tanto de la demagogia como del alarmismo y que no incurra en efectistas medidas sociales, pero tampoco infunda el desánimo.
Las palabras y los conceptos que andan barajando en Génova responden a ese equilibrado criterio: moderación, efectividad, realismo, pragmatismo, posibilismo… Yo creo que van por buen camino porque el gran producto electoral que puede vender hoy ese partido a los españoles es la sensatez. La sensatez que nos ha faltado durante dos interminables legislaturas. La sensatez que nos hubiera impedido llegar adonde hemos llegado. La sensatez, que es la antítesis de las iluminaciones, los mesianismos y los caudillismos.
Uno es que ya tiene unas inmensas ganas de aburrirse con el sensato registrador de la Propiedad de Pontevedra. Uno es que quiere pasar los próximos años un poco tranquilito, sin conjunciones planetarias ni sustos políticos, ni sobresaltos económicos.
La verdad es que lo tiene fácil el Partido Popular. Creo que no es pecar de optimismo afirmar que sólo el relevo en el Gobierno es ya una buena medida económica. Es acabar con esa desconfianza de los mercados y de nuestros socios del club europeo que nos hemos ganado a pulso. Es frenar la tendencia a huir a nuestro alrededor. Es simplemente la sensatez como programa. O sea, lo contrario de ir a Bruselas y a Wall Street con el puño en alto de Rodiezmo y el bolsillo vacío.
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