Congreso Extraordinario del PSOE

Pepunto

La Razón
La RazónLa Razón

El día D de nuestro hombre nuevo, o sea, Pepunto, o sea, «Llámadme Alfredo», se acerca inexorablemente en la medida en que mañana será 9. Y el nueve a las nueve arranca el flamante candidato su jornada al tiempo que se acaba el triministro. Rubalcaba, otrora Pérez Rubalcaba, padre de la fracasada Logse, viejo portavoz de los gobiernos del GAL y de la corrupción felipista, antiguo urdidor del famoso «comando» que lleva su apellido, cerebro oculto de los días de alcantarillas que siguieron al once-eme, disimulado adulador de Zepatero hasta que le nombró lo que quiso, se presenta en sociedad como si nunca antes hubiera existido, como si no hubiese sido el ideólogo de la tregua, el responsable último del Faisán, el sibilino tejedor de la legalización de Bildu. Por fin Alfredo en su esplendor, ante el reto que tanto ansiaba y del que siempre renegaba. Algo connatural a su personalidad furtiva. Siempre aparentando que no quería cargos, cuando en realidad lo que ansiaba era todos los cargos. Bajo el paraguas de su presunta mala salud ha ido construyéndose una aureola de hombre eficaz que según algunos compañeros de partido no deja de ser pura fachada para ocultar su auténtica especialidad, de sobras conocida: la invisibilidad en las tinieblas. De modo que donde pretende vender «seguridad» hay que leer «maldad», y donde pone «eficacia» simple, «camelancia». No ha sido nunca Rubalcaba un hombre eficaz. Trabajador, sí. Para lo suyo sin descanso. Su pretendida eficacia en la lucha contra Eta no es sino la de las Fuerzas de Seguridad del Estado en batalla permanente contra la banda, con resultados espectaculares ya desde los tiempos de Mayor Oreja y luego con Rajoy, Acebes y Toño Alonso. Pero la detención de etarras y comandos no la ha inventado P., por mucho que lo diga su flotilla mediática. Galindo mismo desarticuló cuatro veces más. Solo que Rubalcaba tiene poder y lo vende fenomenal en las televisiones del régimen. Usa los servicios secretos y se ha convertido además en un auténtico maestro en «condenas de telediario», llámense los afectados controladores, Pepé o Marta Domínguez.

De manera que ahora surge nuestro héroe de su propio barro como costilla de Adam recién modelada, como candidato sin pecado, limpio de antecedentes, con ideas superbrillantes. Como esta de poner un impuesto a los banqueros. Gran idea. Una genialidad que no se le hubiera ocurrido ni al mismísimo Zetapé. Los banqueros son culpables igual que los ricos, Rajoy y la derecha. Novedoso mensaje de Pepunto, injustamente calificado de «soplapollez» por Cándido Méndez. Pensábamos todos que Rubalcaba era un artista de la pista y ahora resulta que, según Mendez, es un simple «soplapollas» (o sea, el que dice «soplapolleces», diccionario sic.). Igual el líder sindical se estaba refiriendo también a la declaración del candidato anunciando que tiene la fórmula para acabar con el paro. La ha mantenido guardada estos años para evitar que se enterara Zapatero, y ahora que ya se va, está dispuesto a hacerla pública. Empezando, como se ve, por cargarle un impuesto a la banca. Menudo es Pepunto.